escalera: diciembre 2008

miércoles, diciembre 31, 2008

Mis diez mejores libros de 2008

No puedo ocultar mi pasión por las listas y los ránkings, acrecentada en el caso del espacio literario. Pero una fría y numerada lista de preferencias nunca puede referirse con exactitud a las diversas experiencias lectoras y los placeres que proporcionan las aristas giradas de la poesía, la novela, el ensayo, el teatro... Sólo bromeaba. A tomar viento con las toxinas relativistas que pueblan nuestros tiempos. Se acaba ya 2008 aquí en Nueva Delhi, ciudad abandonada por los delhíes, que se van a las playas de Goa, y por los extranjeros, que se comen los turrones en sus respectivos países: y quisiera compartir con vosotros los libros que más honda huella me han dejado en los últimos doce meses.



1. El Kafka rumano

Max Blecher: Cuerpo transparente. Barcelona: Ediciones de la Rosa Cúbica, 2008.

Minúscula y exquisita edición, una vez más, de Rosa Cúbica, la editorial de mi maestro, Alfonso Alegre Heitzmann. Blecher (1909-1938) es un desconocido escritor rumano, autor de tres novelas. Cuerpo transparente es su único libro de poemas y no se había publicado como obra autónoma desde su primera edición. Es también la primera vez que ve la luz fuera de Rumanía.

Hacía tiempo que no encontraba algo tan próximo a mi sensibilidad: sueños plásticos que habitan en palabras de valiente fantasía; construcción surrealista y verosímil del mundo poético -¿o es otro más real?-; juego sostenido de materia y espíritu. Sus diez últimos años de calvario -la tuberculosis ósea que sufría acabó con él a los 29 años- no le impidió recordarnos con este incomprensiblemente bello libro algo obvio que, sin embargo, cada vez está siendo más discutido: el valor intrínseco de la literatura, muelle de la vida. La poesía transforma el mundo, la persona y la máscara. Cuerpo transparente me arriesgó hacia el amor y la escritura.


2. Las piedras de la India

Octavio Paz: Ladera este. Hacia el comienzo. Blanco. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 1998.

Lo releí hasta la saciedad. Soy de la opinión -junto a muchos otros- de que Paz alcanza su plenitud poética durante su etapa en la India. Durante la década de 1960 actuó como embajador de México en Nueva Delhi, pero movió con destreza el árbol adentro de la poesía. Este libro no se puede leer sin su imprescindible El mono gramático, largo poema, trasvase de paisajes de aquí y allá de amplia sensualidad. De Paz admiro el ensamblaje de la erudición en la palabra poética. Poemas como El balcón despiertan en mí mucho más, porque señalan las heridas de Delhi, mi actual ciudad de acogida. Su mirada me hace muchas influencias. Ya sólo puedo ver la India como él: un círculo caótico de abigarrados templos hindúes y geometrías islámicas que buscan sentido.


3. Entrando en el misterio

Rabindranath Tagore: Selected Poems. Trad.: William Radice. Nueva Delhi: Penguin Books India, 1995.

El impenetrable Tagore. Por cierto, ya he decidido centrar mi tesis de Literatura Comparada. El tema es la escritura última y la pintura de Tagore (flechas: la confianza en la palabra, la conciencia lingüística, la modernidad india).

Este denso libro -para mí lo fue, porque fui a los detalles en el análisis o a buscar los referentes en bengalí, algo verdaderamente frustrante- es una excelente selección que obedece más a la intención de dar una idea global de la obra de Rabindranath que estrictamente a criterios estéticos. Cioè: poemas que muestran tendencias, épocas, cambios. ¡Ah! Nunca se puede llegar a Tagore. Sorprende la variedad métrica, la temperatura de su imaginación. Y su conciencia lingüística y poética.


4. Alimento moderno

Valeriano Bozal (ed.): Historia de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas (vol. I y II). Madrid: La balsa de la medusa, 2004.

Mi gran esfuerzo lector de 2008: dos largos volúmenes. Fue un regalo del llamado grupo 02 barcelonés: Garmor, Joan Pau y Judith. La idea fue de Joan Pau, el esteta de Sant Boi. Auténtico banquete para los interesados en la teoría literaria y la idea de la modernidad. Repaso de algunas de las mentes que más nos han interesado desde la Universidad por su potencia e influencia: Kant, Hegel, Nietzsche, Heidegger... Paseo académico por los romanticismos alemán, francés, inglés. Obra que alimenta bases intelectuales de reflexión, ideal para citar en nuestras imaginativas reuniones para siempre perdidas en los cafés de Barcelona. Os echo de menos, amigos.


5. Herencia iluminada

George Steiner: La idea de Europa. Madrid: Siruela, 2007.

Otro libro para mi nostalgia, esta vez del último gran humanista en vida, por encima de Umberto Eco. Como ya comentamos, Steiner dice cuatro cosas, por ejemplo, de lo que es Europa y no es el resto del mundo: el café (discusión de tratados de fenomenología incluida, dice), la geografía dominada y caminable, la mirada historicista al pasado y la herencia griega y judía. Tan discutible como hermoso. Qué musculatura literaria, qué alumbrada erudición. Lo compré en Madrid, justo antes de visitar la sede de Efe. Devoré pronto el diminuto libro: más largo fue su poso, que ganó aún más gravidez con la lectura de sus ensayos reunidos en Pasión intacta. Nadie más explícito en su fe por la creación de sentido. Nuestro hermeneuta de referencia puede ser rebatido, pero es nuestro líder espiritual: se le debe seguir con religiosidad.

6. Los movimientos de palabras de aquí

Vinay Dharwadker y A.K. Ramanujan (ed.): Modern Indian Poetry. Nueva Delhi: Oxford University Press, 2002.

Magistral y breve introducción a la poesía contemporánea india. El prólogo traza un interesante panorama que me ha servido de preámbulo para abrir boca (¿me atreveré algún día con la mastodóntica Historia de la Literatura de la Academia India?) y meterme en contexto. Movimientos modernos y antimodernos, romanticismos, vanguardias, nueva poesía, regreso al pasado, a la lírica devocional. Algunos poemas bellos, sí, pero sobre todo descubrimiento de puertas. Nunca deja de impresionar el esfuerzo que supone una obra así (¿antología de poesía europea moderna?) en el país con una tradición de Literatura Comparada menos examinada. Traducciones del hindi, bengalí, kanada, tamil, marati, gujarati...

7. La otra Atlántida

Rabindranath Tagore: Shesh Lekha (Last Poems). Trad.: Pritish Nandy. Nueva Delhi: Rupa, 2002.

Le he dado mucho la brasa a mi amigo Subhro Bandyopadhyay con que me quiero comprar la poesía última de Tagore entera, o sea, su Lírica de una Atlántida (Juan Ramón Jiménez). La verdad es que es una delicia pedirle a un bengalí que te busque la Atlántida de Tagore y te entienda.

Vuelve Tagore en sus últimos versos a la sencillez: avanza en su profundidad lírica y en su fe poética justo cuando se avecina la muerte. Los "alfabetos de sangre" estampados en el cielo, la "diosa del lenguaje" moviendo el mundo: la poesía es el centro giratorio de todo. Comulgamos en ti, Sol de Bengala.


8. Buscando a una loca en la selva

Italo Calvino: Il barone rampante. Turín: Einaudi, 1966.

Abusa Calvino del tropo del hombre-mono que decide vivir entre los árboles para escapar de la civilización, ¿pero quién soy yo para discutírselo? Bella novela, de una estructura narrativa sencilla pero con pasajes de ensoñación y sueño: yo también quiero ser rebelde y amar silvestremente. Espectacular final, excesivo para mi gusto, casi cinematográfico: este año lo reviví cuando leí la noticia del cura que escapó para siempre con globos de fiesta. Me lo regaló Sol, y fue inevitable verla reflejada en Viola, la loca que se mece en un columpio y trastoca el 'estado de cosas', como le gusta decir a ella. ¿A quién?


9. Historia con pretensiones científicas

Stephen Philip Cohen: The Idea of Pakistan. Nueva Delhi: Oxford University Press, 2006.

Tiene gracia que sea un judío quien escriba el que yo creo que es el mejor libro sobre Pakistán. Le llevó 44 años elaborarlo, dice en sus primeras líneas. Esto ya me enamoró. Repaso de la historia militar, política y económica de Pakistán. Lo leí mientras estaba en Islamabad para cubrir la muerte de Bhutto y sólo guardo buenos y precisos recuerdos de él. Recomendado para interesados en la materia.


10. El desencanto irlandés

James Joyce: Dubliners. Nueva York: Bantam Classic, 2005.

Decidí darle una oportunidad a alguna obra otra de Joyce, porque Ulises es infumable y no hay quien se lo lea. Me sorprendió esta cadena de cuentos que crece en catástrofe y exactitud. Magistral técnica narrativa, sobre todo en las ocultaciones de sentido.

sábado, diciembre 27, 2008

Sobre Bombay

Os cuelgo esta entrevista que me hicieron en Radio Exterior sobre los atentados de Bombay. Se halla hacia la mitad del archivo sonoro y dura unos diez minutos.

jueves, diciembre 25, 2008

Sueño en Calcuta

Sueño con una mujer. No tiene nombre. Es rubia y baja: se ha ido aproximando a mí desde hace semanas con una lenta seguridad. Estamos en un sofá y toma mi mano, me besa, pero llega más gente y sólo me abraza discretamente: todo su comportamiento me parece excelente y laborioso. Le pregunto insistentemente si entiende lo que digo, cosa absurda, ya que ella es al fin y al cabo una creación de mi mente, y sí, entiende todo de mí. Pero yo esto no lo sé, porque es un sueño, y mis esferas se engañan en este juego de cruces. Nos sentamos en un banco perdido en la montaña. Por primera vez reconozco el paisaje: es la costa de Granada. S. llega entonces con un amigo y se sienta a nuestro lado.

Mi creación rubia se aproxima a mí lo suficiente como para dar a entender los lazos que nos unen, pero con una elegancia imprescindible para no despertar incomodidades. S. mira. No consigo descifrar si está celosa o indiferente. Empieza a hablar sobre lo que ha hecho por la mañana, aunque no sé si se dirige a mí o a su amigo. Parece hablar para nadie.

La siguiente escena que recuerdo es en el molino del pueblo. Estoy hablando con el abuelo de S. Se parece mucho al mío y se lo hago saber. Me dice que a veces escribe artículos en el diario El Mundo con el pseudónimo Simon & Garfunkel. Voy corriendo hacia S., que está allí, claro, y le pregunto por qué no me había hecho antes tan importante revelación. Empiezo ahora a hablar con la abuela de S., que me dice que no me preocupe, que ella no pasaba por un buen momento, que no debería... Y me alejo hacia un albergue con la mujer rubia cogida de la mano.

Me despierto. Estoy en Calcuta, como siempre, loco de alegría, porque es mi ciudad favorita. Compro el periódico, que cuesta menos de una rupia. Me detengo en una librería y me doy cuenta de que todavía sigo agrupando el mundo en dos conjuntos: los artículos que podrían gustarle a S. y los que me gustan a mí. El condicional que acompaña al primer grupo es descorazonador, símbolo de la imposible comunicación humana. Encuentro un catálogo de arte indio e italiano. No lo compro porque está lleno de mentiras. Y sigo caminando, con los libros de Tagore en la bolsa rota, temeroso de perder dinero y libretas, con el curta amenazando con hacerme más delgado, con los ojos como murciélagos llenos de ilusión por un futuro de vida y poesía. Pienso en mi educación emocional, que debe seguir grandes principios: el de la inocencia y el lanzamiento; el del arco y el disparo; el del atemperamiento de la mente, encargada de tamizar los sentimientos y cargarlos con la materia del mundo. Pero parece imposible serme: y mi escritura se resiente.

domingo, diciembre 07, 2008

La India sigue

Creo que la primera vez que me puse a triangular en el precioso topónimo 'Bombay' fue con una famosa canción de Mecano. Tenía quince años. La letra me evoca todavía hoy de modo extraño, como todo lo que toca alguna tecla de nuestro pasado infantil o adolescente. Desde que vivo en la India, he visitado el corazón financiero del país varias veces, aunque no considero Bombay la mejor ciudad india, honor que pertenece sin duda a Calcuta. La primera vez que fui, en pleno y salvaje monzón, los indios se tiraban al mar Arábigo desde la Puerta de la India con luminosa inconsciencia, e incluso pude asistir con mis amigos a una operación de rescate de un avezado nadador que socorrió a uno de los patos indios superado por las aguas bravas.

Pero en el mismo sitio, tras el asalto terrorista a la lengua peninsular sureña de esta enorme y evocadora ciudad, la gente por una vez no miraba al mar, sino tierra adentro: al hotel Taj Mahal, uno de los edificios tomados por los terroristas. No importaba la explosión de granadas y los disparos, porque el indio, curioso y temeroso, se acercaba todo lo que podía al lugar, lo cual es decir mucho, porque en la India la correspondencia entre la palabra 'cordón policial' y su referente real es nula. Por eso estamos hablando siempre de la crisis del lenguaje, ¿no?

La versión de Nueva Delhi ya es conocida: un comando terrorista formado por diez hombres armados con rifles, granadas y RDX -detalle importante: explosivos militares- parte en un buque desde la ciudad portuaria de Karachi (la Bombay paquistaní, si queréis), llega a aguas indias, asalta un pesquero, desembarca cerca de una estación de taxis y asalta dos hoteles y un centro cultural judío; ataca la preciosa estación de trenes de Victoria, bares, restaurantes y hospitales. Mueren 188 personas. Las fuerzas de elite (precariamente equipadas, aunque en un elegante negro) llegan al lugar un día después de que empiece la crisis, que acaba dos días después. Tres jornadas de pesadilla o, más bien, de insomnio. Porque nadie durmió en Bombay: los periodistas nos dábamos relevos, los jefes policiales enseñaban sus ojeras en la televisión, el embajador español, Ion de la Riva, se tiraba un rato en el sillón de un hotel donde se 'refugiaban' los españoles. Fuera del Oberoi y el Taj, los hoteles de lujo atacados, ojos cansados y tristes esperaban la liberación de sus familiares, atrapados en habitaciones o tomados como rehenes por un puñado de terroristas hasta las cejas de anfetaminas. Si el 11-S fue una obra maestra del romanticismo terrorista (colapso espectacular del centro financiero mundial televisado en directo, golpeo del corazón militar de EEUU -¿cuándo sabremos lo que pasó en el Pentágono?-, muerte de miles de personas), con el 26-N de Bombay el terrorismo internacional avanza hacia sus vanguardias: añade el lujo hotelero a su gusto por los núcleos financieros, incorpora el asalto guerrillero, recupera los secuestros. Se prolonga el ataque y neurotiza así más al pueblo. Los terroristas venden su piel cara durante tres días (pensaban incluso en volver a Karachi, se dice) y son más despiadados que nunca: matan a más de 50 personas -muchos de ellos musulmanes- en una estación de trenes en la que sólo había pobres sentados en el andén, esperando como siempre con cachaza a su ferrocarril imposible mientras compartían comida.

En Nueva York consiguieron que lo importante del 11-S no fuera aquel día, sino su continuación: Afganistán e Irak. Y lo que tiene que intentar ahora la India es que no suceda lo mismo aquí. No sé hasta qué punto era consciente de sus palabras el nuevo ministro de Interior, P. Chidambaram, cuando dijo que el asalto terrorista fue un ataque "a la idea de India". Sí: a vuestra extraña y espontánea tolerancia religiosa, a vuestro experimento colosal de federalismo lingüístico ne(h)rudiano, a vuestro intento de paz con Pakistán, que es más intento por el lado de ellos que por el vuestro, por cierto. Es coherente que un grupo islamista del sur de Asia con base en Pakistán sea el responsable de los ataques; también lo es que una organización terrorista internacional golpee el país con una minoría musulmana más importante. Ya hemos visto aquí matanzas de sijs, cristianos y, sobre todo, musulmanes (Gujarat, 2002). Y no queremos ver más: no queremos que los actos terroristas y la violencia incitada por extremistas hindúes e islámicos destruya la inconsciente tolerancia de la India.

India: tú te convives, nadie te quita el sueño, duermes cuando quieres aunque el mundo se acabe. La arquitectura mogol de Humayun y Lodi que recorro cada día en moto es del mismo cordón que la gran carroza templaria del Sol de Orissa, que las dravídicas torres del sur, que la tumba sufí de Nisamudín. Te critican por no analizarte: ¿qué culpa tienes tú de no saber ordenarte y extraer conclusiones? Estás hecha en el método poético: tierra de sintaxis girada, infinita y débil. Alguien te quiere disponer de otra manera: ponerte en guerra con tus vecinos, rebatir tu estructura, llevarte al ensayo hinduista. Pero tú sólo estás cómoda en el verso y la desatención: sólo le pides a tus residentes que hagan el amor bajo el ventilador.