escalera: febrero 2008

lunes, febrero 25, 2008

Escritura de los interiores

Una forma divina de inspiración del futbolista es el caño. En su debú con el Zaragoza, Cani, ahora en el Villarreal, salió y le hizo un caño a un oponente. No hay mejor manera de tocar un primer balón: aunar la función inequívoca del regate con la sutileza de la inteligencia. El otro rebasado; yo vuelo: calentamiento de la magia.

Pero lo que para nosotros es una galería poética, acuática (siempre que el balón pasa por debajo de las piernas de un rival, invariablemente, lo hace como suspendido, consciente de que el tiempo y la materia se alteran), para los ingleses, por ejemplo, es un divertido malabarismo. Lo llaman nutmeg. Por mucho que nos detengamos en elucubraciones etimológicas, pronto nos saltan al imaginario los huevos del otro, por debajo de los cuales pasa la bimba. Me parece ésta una elevación innecesaria del regate que deja de lado la pura esencia del acto, la lírica del fútbol, para centrarse en las humillantes consecuencias del mismo sobre la víctima. Es como reírse de quien no ha entendido un poema.

Entre el sublime caño español y el sardónico nutmeg inglés, encontramos el estético petit pont francés. Franca y exacta descripción del escenario del acto: sugerencia del atravesar al otro lado, intento lírico de embellecer el regate. La expresión gala admira y repele: significa a un regate que, quizá, no buscaba un vuelo estético sino una concentración de tiempo y tierra que, hasta el momento, tan sólo parece retener la palabra española.

En Portugal lo llaman cueca, que son los gallumbos. Vaya broma. Pero en Brasil, entre otras palabras, usan una en la que nos detenemos: janelinha. Pequeña ventana o, mejor dicho, ventanilla. El regate puede abrirse, mostrar expansiones sentimentales, pero es en esta restricción, en este toque compungido y acuático del caño, donde el balón entra por la minúscula ventana del mundo, por el imposible. La janelinha quiere hacernos ver lo difícil que es el pasar la pelota por entre las piernas del adversario; se cuida también mucho de no despreciar su vertiente poética.

No estamos solos al cruzar esta galería. Cualquiera que haya hecho un túnel siente el acompañamiento de la inspiración. Su tierra de carne inspirada respira: se comunica exactamente con el medio. Siente entonces la conciencia de la varita. Abandono aquí el panteísmo, porque creo que en ese momento total de intercambio con el dios inventado, que es todo lo demás que no somos nosotros, volvemos al hombre. No se siente uno un místico, sino un humanista, un poeta clásico e impertinente. Encara ya portería con la alegría de aceptarse en su divinidad humana. Quiere sorprender a la huidiza hazaña del gol, siempre tan lejana. La creatividad salvaje se sube a sus lomos y golpea el balón con el interior culto del pie, trazador de la precisión lírica.

Viva la literatura que hacemos cada día: escrita la jugada; escrito el mundo.

jueves, febrero 14, 2008

Estilo morgiano

Estaba viendo un partido de la liga holandesa en un hotel lleno de cucarachas en la ciudad costeña india de Allepey. Fue allí donde visité las aguas interiores, la vida de los lugareños en las marismas que preceden a la mar. Para enviar una carta, el hombre de tez negra tenía que pasar en barca al minúsculo pueblo del otro lado fluvial, a tan sólo diez metros, donde estaba la increíble y humilde oficina postal. Los pertrechos también les llegan en barcas. Y los residuos abandonan su ecosistema en el mismo medio de transporte. Son las marismas que leí en los libros de mi adolescencia, que siempre soñé que sustituyeran a los polígonos industriales de mi ciudad natal.

Al entrenador se le ocurrió cambiar al único hombre que había marcado un gol en el partido. Esto me pareció un error del pensamiento. Se me ocurrió llamar a Garmor para comentárselo. Tras liberar un breve sarcasmo -otro día volveremos sobre esta necesidad impertinente de dar rienda suelta al negro cinismo-, Garmor me contestó, lúcidamente, que quizá el jugador ya había "eyaculado": ya había dado todo lo que tenía que dar e, irreversiblemente, tenía que abandonar el terreno de juego.

No estuve de acuerdo. Dije, en nuestra conversación indohispánica, que ese jugador ya estaba tocado por la magia. Su mente ya había pasado por la experiencia cualitativa más importante sobre la cancha: el gol. Al iniciarse el juego, uno no sabe si aquel día el gol es más amarillo o rojo. Si el gol aquel día estaba más azul, el goleador ya había podido saborearlo, ya se siente más marítimo; aunque es posible que otros jugadores puedan advertir en disparo total la pigmentación cambiante de la más intensa alegría futbolística. Pero yo a ese jugador no lo cambio; a ese mago no lo cambio.

Las teorías posmodernas que nos instan a gestionar nuestra vida como una empresa quizá deberían buscar más allá del ámbito económico. Qué les parece un equipo de fútbol. La realidad contemporánea es mucho más compleja y entreverada que la optimización de beneficios. Se asimila mucho más al puro juego del deporte que al aburrido discurrir económico.

Yo pondría al instinto de supervivencia bajo los palos. Solamente acudiría a sus gatunas habilidades cuando la férrea voluntad, plantada en la línea defensiva, bajara los brazos. En el centro de la cancha colocaría a la inteligencia pura, con la orden de que el balón siempre al piso. En las alas no puedo pensar en otro jugador que la imaginación lateral, la flecha creativa del mundo que inspecciona el terreno más ex-céntrico de la vida. Siempre generoso en el juego ofensivo, plantaría en la mediapunta a la libertad, ancla ligera de la movilidad del equipo. Y la pareja de puntas estaría formada por la ilusión y la intuición: la primera llega a los balones imposibles con su elástico optimismo y la segunda concreta con su olfato la acción de la vida.

Fundamental ese '9'. Porque lo que la cabeza no ve desde su rol de Guardiola sí que lo huele la inteligencia vertical de la intuición. Como suprema también la verticalidad. No a la diplomacia futbolística, a la hipocresía barroca del regate sin voluntad de hacer daño. Driblings mágicos y profundizadores, juego abierto, corazón de gol, sangre comunal creativa, río de belleza arriesgada. Con esta formación, mi equipo perderá muchos partidos. Pero jugará como debe: creando estilo morgiano.

lunes, febrero 11, 2008

Los cocos indios del sur

LAS AGUAS INTERIORES DE KERALA, PLAGADAS DE ARROZALES / AMP

Ya explicamos algunas diferencias y analogías entre el cinturón norteño del hindi y Bengala. Hagamos ahora una tímida exploración en la India meridional, tierra de mar y comunismo.

No hay consenso sobre el origen de la cultura dravídica, propia del sur del país. Aislada del resto del subcontinente y ajena a los trajines septentrionales y a la invasión musulmana, el influjo exterior a esta zona del mundo llegó con los franceses y los portugueses, que desembarcaron en sus playas con el mismo ánimo colonialista con el que nosotros fuimos a otros lares. Lo que pagaría yo ahora por ver una iglesia española en la India.

Los estados del sur no sufren tantas desigualdades sociales como el áspero norte y tienen tasas de alfabetización que en algunos casos superan el 90 por ciento. El comunismo ha cuajado en muchas de estas regiones, en especial en Kerala. Los Gobiernos funcionan algo mejor. Después del tsunami, por ejemplo, Tamil Nadu dio un ejemplo al mundo con su gestión de la tragedia.

Se saben diferentes, visten 'lungis' más distinguidos que contrastan con las abigarradas y coloridas vestimentas de, pongamos, Rajastán. Habita en ellos un ánimo más relajado y una relación especial con el mar.

La mayoría de bramanes (la casta más alta) se concentra en el norte de la India, lo cual hace que inevitablemente en el sur el sistema de castas no sea tan visible. Pero es la India: incluso en las iglesias católicas los sacerdotes tienden a ser de casta alta y, los fieles más discriminados, intocables.

Humilde la sinagoga de Cochín, tierra explorada poéticamente por Octavio Paz y colonialmente por los buques portugueses. Nostálgicas sus baldosas chinas.

Pero es la India: te meterán un gol si pueden. El salitre, las palmeras y la atmósfera caribeña en gentes de habla del tronco dravídico -nada que ver con el sánscrito- no impide que la conciencia universal de la India se manifieste allí. Un incesante flujo coherente de acción secreta y general. Nada místico: todo mundano. O quizá todo propiamente místico. Concentración y alzar del espíritu.

Nosotros necesitamos dos guerras y millones de muertos para apostar por una unión supranacional entre países con una historia cercana y entreverada. Ellos, desde su independencia, apostaron por integrar todas sus civilizaciones en un proyecto común. Los expertos decían que la India desaparecería a causa de su diversidad. En efecto: no pasa un día sin que se manifiesten conflictos regionales en Cachemira o en el noreste de la India. Pero no hay una amenaza central contra el país, rodeado de fracasos políticos como Sri Lanka, Pakistán o Bangladesh.

Por mucho que la globalización golpee a la India, su tradición nunca será pasado, como en nuestro caso, sino futuro. Esto me maravilla y me preocupa. Los indios son terribles.

























IGLESIA DEL 'SACRE COEUR' EN LA CIUDAD LITORAL DE PONDICHERRY / AMP

sábado, febrero 02, 2008

Arrobo

Cuando el curso de mi conciencia
se cruza con la cosa externa,
sucede

el pájaro.