escalera: 2008

miércoles, diciembre 31, 2008

Mis diez mejores libros de 2008

No puedo ocultar mi pasión por las listas y los ránkings, acrecentada en el caso del espacio literario. Pero una fría y numerada lista de preferencias nunca puede referirse con exactitud a las diversas experiencias lectoras y los placeres que proporcionan las aristas giradas de la poesía, la novela, el ensayo, el teatro... Sólo bromeaba. A tomar viento con las toxinas relativistas que pueblan nuestros tiempos. Se acaba ya 2008 aquí en Nueva Delhi, ciudad abandonada por los delhíes, que se van a las playas de Goa, y por los extranjeros, que se comen los turrones en sus respectivos países: y quisiera compartir con vosotros los libros que más honda huella me han dejado en los últimos doce meses.



1. El Kafka rumano

Max Blecher: Cuerpo transparente. Barcelona: Ediciones de la Rosa Cúbica, 2008.

Minúscula y exquisita edición, una vez más, de Rosa Cúbica, la editorial de mi maestro, Alfonso Alegre Heitzmann. Blecher (1909-1938) es un desconocido escritor rumano, autor de tres novelas. Cuerpo transparente es su único libro de poemas y no se había publicado como obra autónoma desde su primera edición. Es también la primera vez que ve la luz fuera de Rumanía.

Hacía tiempo que no encontraba algo tan próximo a mi sensibilidad: sueños plásticos que habitan en palabras de valiente fantasía; construcción surrealista y verosímil del mundo poético -¿o es otro más real?-; juego sostenido de materia y espíritu. Sus diez últimos años de calvario -la tuberculosis ósea que sufría acabó con él a los 29 años- no le impidió recordarnos con este incomprensiblemente bello libro algo obvio que, sin embargo, cada vez está siendo más discutido: el valor intrínseco de la literatura, muelle de la vida. La poesía transforma el mundo, la persona y la máscara. Cuerpo transparente me arriesgó hacia el amor y la escritura.


2. Las piedras de la India

Octavio Paz: Ladera este. Hacia el comienzo. Blanco. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 1998.

Lo releí hasta la saciedad. Soy de la opinión -junto a muchos otros- de que Paz alcanza su plenitud poética durante su etapa en la India. Durante la década de 1960 actuó como embajador de México en Nueva Delhi, pero movió con destreza el árbol adentro de la poesía. Este libro no se puede leer sin su imprescindible El mono gramático, largo poema, trasvase de paisajes de aquí y allá de amplia sensualidad. De Paz admiro el ensamblaje de la erudición en la palabra poética. Poemas como El balcón despiertan en mí mucho más, porque señalan las heridas de Delhi, mi actual ciudad de acogida. Su mirada me hace muchas influencias. Ya sólo puedo ver la India como él: un círculo caótico de abigarrados templos hindúes y geometrías islámicas que buscan sentido.


3. Entrando en el misterio

Rabindranath Tagore: Selected Poems. Trad.: William Radice. Nueva Delhi: Penguin Books India, 1995.

El impenetrable Tagore. Por cierto, ya he decidido centrar mi tesis de Literatura Comparada. El tema es la escritura última y la pintura de Tagore (flechas: la confianza en la palabra, la conciencia lingüística, la modernidad india).

Este denso libro -para mí lo fue, porque fui a los detalles en el análisis o a buscar los referentes en bengalí, algo verdaderamente frustrante- es una excelente selección que obedece más a la intención de dar una idea global de la obra de Rabindranath que estrictamente a criterios estéticos. Cioè: poemas que muestran tendencias, épocas, cambios. ¡Ah! Nunca se puede llegar a Tagore. Sorprende la variedad métrica, la temperatura de su imaginación. Y su conciencia lingüística y poética.


4. Alimento moderno

Valeriano Bozal (ed.): Historia de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas (vol. I y II). Madrid: La balsa de la medusa, 2004.

Mi gran esfuerzo lector de 2008: dos largos volúmenes. Fue un regalo del llamado grupo 02 barcelonés: Garmor, Joan Pau y Judith. La idea fue de Joan Pau, el esteta de Sant Boi. Auténtico banquete para los interesados en la teoría literaria y la idea de la modernidad. Repaso de algunas de las mentes que más nos han interesado desde la Universidad por su potencia e influencia: Kant, Hegel, Nietzsche, Heidegger... Paseo académico por los romanticismos alemán, francés, inglés. Obra que alimenta bases intelectuales de reflexión, ideal para citar en nuestras imaginativas reuniones para siempre perdidas en los cafés de Barcelona. Os echo de menos, amigos.


5. Herencia iluminada

George Steiner: La idea de Europa. Madrid: Siruela, 2007.

Otro libro para mi nostalgia, esta vez del último gran humanista en vida, por encima de Umberto Eco. Como ya comentamos, Steiner dice cuatro cosas, por ejemplo, de lo que es Europa y no es el resto del mundo: el café (discusión de tratados de fenomenología incluida, dice), la geografía dominada y caminable, la mirada historicista al pasado y la herencia griega y judía. Tan discutible como hermoso. Qué musculatura literaria, qué alumbrada erudición. Lo compré en Madrid, justo antes de visitar la sede de Efe. Devoré pronto el diminuto libro: más largo fue su poso, que ganó aún más gravidez con la lectura de sus ensayos reunidos en Pasión intacta. Nadie más explícito en su fe por la creación de sentido. Nuestro hermeneuta de referencia puede ser rebatido, pero es nuestro líder espiritual: se le debe seguir con religiosidad.

6. Los movimientos de palabras de aquí

Vinay Dharwadker y A.K. Ramanujan (ed.): Modern Indian Poetry. Nueva Delhi: Oxford University Press, 2002.

Magistral y breve introducción a la poesía contemporánea india. El prólogo traza un interesante panorama que me ha servido de preámbulo para abrir boca (¿me atreveré algún día con la mastodóntica Historia de la Literatura de la Academia India?) y meterme en contexto. Movimientos modernos y antimodernos, romanticismos, vanguardias, nueva poesía, regreso al pasado, a la lírica devocional. Algunos poemas bellos, sí, pero sobre todo descubrimiento de puertas. Nunca deja de impresionar el esfuerzo que supone una obra así (¿antología de poesía europea moderna?) en el país con una tradición de Literatura Comparada menos examinada. Traducciones del hindi, bengalí, kanada, tamil, marati, gujarati...

7. La otra Atlántida

Rabindranath Tagore: Shesh Lekha (Last Poems). Trad.: Pritish Nandy. Nueva Delhi: Rupa, 2002.

Le he dado mucho la brasa a mi amigo Subhro Bandyopadhyay con que me quiero comprar la poesía última de Tagore entera, o sea, su Lírica de una Atlántida (Juan Ramón Jiménez). La verdad es que es una delicia pedirle a un bengalí que te busque la Atlántida de Tagore y te entienda.

Vuelve Tagore en sus últimos versos a la sencillez: avanza en su profundidad lírica y en su fe poética justo cuando se avecina la muerte. Los "alfabetos de sangre" estampados en el cielo, la "diosa del lenguaje" moviendo el mundo: la poesía es el centro giratorio de todo. Comulgamos en ti, Sol de Bengala.


8. Buscando a una loca en la selva

Italo Calvino: Il barone rampante. Turín: Einaudi, 1966.

Abusa Calvino del tropo del hombre-mono que decide vivir entre los árboles para escapar de la civilización, ¿pero quién soy yo para discutírselo? Bella novela, de una estructura narrativa sencilla pero con pasajes de ensoñación y sueño: yo también quiero ser rebelde y amar silvestremente. Espectacular final, excesivo para mi gusto, casi cinematográfico: este año lo reviví cuando leí la noticia del cura que escapó para siempre con globos de fiesta. Me lo regaló Sol, y fue inevitable verla reflejada en Viola, la loca que se mece en un columpio y trastoca el 'estado de cosas', como le gusta decir a ella. ¿A quién?


9. Historia con pretensiones científicas

Stephen Philip Cohen: The Idea of Pakistan. Nueva Delhi: Oxford University Press, 2006.

Tiene gracia que sea un judío quien escriba el que yo creo que es el mejor libro sobre Pakistán. Le llevó 44 años elaborarlo, dice en sus primeras líneas. Esto ya me enamoró. Repaso de la historia militar, política y económica de Pakistán. Lo leí mientras estaba en Islamabad para cubrir la muerte de Bhutto y sólo guardo buenos y precisos recuerdos de él. Recomendado para interesados en la materia.


10. El desencanto irlandés

James Joyce: Dubliners. Nueva York: Bantam Classic, 2005.

Decidí darle una oportunidad a alguna obra otra de Joyce, porque Ulises es infumable y no hay quien se lo lea. Me sorprendió esta cadena de cuentos que crece en catástrofe y exactitud. Magistral técnica narrativa, sobre todo en las ocultaciones de sentido.

sábado, diciembre 27, 2008

Sobre Bombay

Os cuelgo esta entrevista que me hicieron en Radio Exterior sobre los atentados de Bombay. Se halla hacia la mitad del archivo sonoro y dura unos diez minutos.

jueves, diciembre 25, 2008

Sueño en Calcuta

Sueño con una mujer. No tiene nombre. Es rubia y baja: se ha ido aproximando a mí desde hace semanas con una lenta seguridad. Estamos en un sofá y toma mi mano, me besa, pero llega más gente y sólo me abraza discretamente: todo su comportamiento me parece excelente y laborioso. Le pregunto insistentemente si entiende lo que digo, cosa absurda, ya que ella es al fin y al cabo una creación de mi mente, y sí, entiende todo de mí. Pero yo esto no lo sé, porque es un sueño, y mis esferas se engañan en este juego de cruces. Nos sentamos en un banco perdido en la montaña. Por primera vez reconozco el paisaje: es la costa de Granada. S. llega entonces con un amigo y se sienta a nuestro lado.

Mi creación rubia se aproxima a mí lo suficiente como para dar a entender los lazos que nos unen, pero con una elegancia imprescindible para no despertar incomodidades. S. mira. No consigo descifrar si está celosa o indiferente. Empieza a hablar sobre lo que ha hecho por la mañana, aunque no sé si se dirige a mí o a su amigo. Parece hablar para nadie.

La siguiente escena que recuerdo es en el molino del pueblo. Estoy hablando con el abuelo de S. Se parece mucho al mío y se lo hago saber. Me dice que a veces escribe artículos en el diario El Mundo con el pseudónimo Simon & Garfunkel. Voy corriendo hacia S., que está allí, claro, y le pregunto por qué no me había hecho antes tan importante revelación. Empiezo ahora a hablar con la abuela de S., que me dice que no me preocupe, que ella no pasaba por un buen momento, que no debería... Y me alejo hacia un albergue con la mujer rubia cogida de la mano.

Me despierto. Estoy en Calcuta, como siempre, loco de alegría, porque es mi ciudad favorita. Compro el periódico, que cuesta menos de una rupia. Me detengo en una librería y me doy cuenta de que todavía sigo agrupando el mundo en dos conjuntos: los artículos que podrían gustarle a S. y los que me gustan a mí. El condicional que acompaña al primer grupo es descorazonador, símbolo de la imposible comunicación humana. Encuentro un catálogo de arte indio e italiano. No lo compro porque está lleno de mentiras. Y sigo caminando, con los libros de Tagore en la bolsa rota, temeroso de perder dinero y libretas, con el curta amenazando con hacerme más delgado, con los ojos como murciélagos llenos de ilusión por un futuro de vida y poesía. Pienso en mi educación emocional, que debe seguir grandes principios: el de la inocencia y el lanzamiento; el del arco y el disparo; el del atemperamiento de la mente, encargada de tamizar los sentimientos y cargarlos con la materia del mundo. Pero parece imposible serme: y mi escritura se resiente.

domingo, diciembre 07, 2008

La India sigue

Creo que la primera vez que me puse a triangular en el precioso topónimo 'Bombay' fue con una famosa canción de Mecano. Tenía quince años. La letra me evoca todavía hoy de modo extraño, como todo lo que toca alguna tecla de nuestro pasado infantil o adolescente. Desde que vivo en la India, he visitado el corazón financiero del país varias veces, aunque no considero Bombay la mejor ciudad india, honor que pertenece sin duda a Calcuta. La primera vez que fui, en pleno y salvaje monzón, los indios se tiraban al mar Arábigo desde la Puerta de la India con luminosa inconsciencia, e incluso pude asistir con mis amigos a una operación de rescate de un avezado nadador que socorrió a uno de los patos indios superado por las aguas bravas.

Pero en el mismo sitio, tras el asalto terrorista a la lengua peninsular sureña de esta enorme y evocadora ciudad, la gente por una vez no miraba al mar, sino tierra adentro: al hotel Taj Mahal, uno de los edificios tomados por los terroristas. No importaba la explosión de granadas y los disparos, porque el indio, curioso y temeroso, se acercaba todo lo que podía al lugar, lo cual es decir mucho, porque en la India la correspondencia entre la palabra 'cordón policial' y su referente real es nula. Por eso estamos hablando siempre de la crisis del lenguaje, ¿no?

La versión de Nueva Delhi ya es conocida: un comando terrorista formado por diez hombres armados con rifles, granadas y RDX -detalle importante: explosivos militares- parte en un buque desde la ciudad portuaria de Karachi (la Bombay paquistaní, si queréis), llega a aguas indias, asalta un pesquero, desembarca cerca de una estación de taxis y asalta dos hoteles y un centro cultural judío; ataca la preciosa estación de trenes de Victoria, bares, restaurantes y hospitales. Mueren 188 personas. Las fuerzas de elite (precariamente equipadas, aunque en un elegante negro) llegan al lugar un día después de que empiece la crisis, que acaba dos días después. Tres jornadas de pesadilla o, más bien, de insomnio. Porque nadie durmió en Bombay: los periodistas nos dábamos relevos, los jefes policiales enseñaban sus ojeras en la televisión, el embajador español, Ion de la Riva, se tiraba un rato en el sillón de un hotel donde se 'refugiaban' los españoles. Fuera del Oberoi y el Taj, los hoteles de lujo atacados, ojos cansados y tristes esperaban la liberación de sus familiares, atrapados en habitaciones o tomados como rehenes por un puñado de terroristas hasta las cejas de anfetaminas. Si el 11-S fue una obra maestra del romanticismo terrorista (colapso espectacular del centro financiero mundial televisado en directo, golpeo del corazón militar de EEUU -¿cuándo sabremos lo que pasó en el Pentágono?-, muerte de miles de personas), con el 26-N de Bombay el terrorismo internacional avanza hacia sus vanguardias: añade el lujo hotelero a su gusto por los núcleos financieros, incorpora el asalto guerrillero, recupera los secuestros. Se prolonga el ataque y neurotiza así más al pueblo. Los terroristas venden su piel cara durante tres días (pensaban incluso en volver a Karachi, se dice) y son más despiadados que nunca: matan a más de 50 personas -muchos de ellos musulmanes- en una estación de trenes en la que sólo había pobres sentados en el andén, esperando como siempre con cachaza a su ferrocarril imposible mientras compartían comida.

En Nueva York consiguieron que lo importante del 11-S no fuera aquel día, sino su continuación: Afganistán e Irak. Y lo que tiene que intentar ahora la India es que no suceda lo mismo aquí. No sé hasta qué punto era consciente de sus palabras el nuevo ministro de Interior, P. Chidambaram, cuando dijo que el asalto terrorista fue un ataque "a la idea de India". Sí: a vuestra extraña y espontánea tolerancia religiosa, a vuestro experimento colosal de federalismo lingüístico ne(h)rudiano, a vuestro intento de paz con Pakistán, que es más intento por el lado de ellos que por el vuestro, por cierto. Es coherente que un grupo islamista del sur de Asia con base en Pakistán sea el responsable de los ataques; también lo es que una organización terrorista internacional golpee el país con una minoría musulmana más importante. Ya hemos visto aquí matanzas de sijs, cristianos y, sobre todo, musulmanes (Gujarat, 2002). Y no queremos ver más: no queremos que los actos terroristas y la violencia incitada por extremistas hindúes e islámicos destruya la inconsciente tolerancia de la India.

India: tú te convives, nadie te quita el sueño, duermes cuando quieres aunque el mundo se acabe. La arquitectura mogol de Humayun y Lodi que recorro cada día en moto es del mismo cordón que la gran carroza templaria del Sol de Orissa, que las dravídicas torres del sur, que la tumba sufí de Nisamudín. Te critican por no analizarte: ¿qué culpa tienes tú de no saber ordenarte y extraer conclusiones? Estás hecha en el método poético: tierra de sintaxis girada, infinita y débil. Alguien te quiere disponer de otra manera: ponerte en guerra con tus vecinos, rebatir tu estructura, llevarte al ensayo hinduista. Pero tú sólo estás cómoda en el verso y la desatención: sólo le pides a tus residentes que hagan el amor bajo el ventilador.

sábado, noviembre 29, 2008

Bombay

Cuando vuelva a Delhi os cuento lo de Bombay.

viernes, octubre 03, 2008

Límites desdibujados

Delhi, dos sílabas altas, en voz baja las digo, me repetía pensando en El balcón, poema de Octavio Paz, cuando aterricé en la India tras pasar dos semanas en España. Me encendí un cigarrillo y ya mis ojos soñolientos, pájaros cansados, miraban el exterior con ánimo de tranquila unión y la acostumbrada melancolía por una India que siempre está pero no está.

En El Prat (Barcelona), paseé por los lugares de la infancia, vacíos hoy de juegos y niños. Recuerdo que nosotros lo poníamos todo: jugábamos a fútbol hasta partirnos las piernas: podían desarrollarse a la vez cuatro partidos en un mismo terreno y ello no hacía más que aumentar la ya gigante mano del azar. Pero en quince años el espacio se ha transformado: los descampados han desaparecido y otros parques se han reconvertido a lo posmoderno para dar la espalda a la infancia y lugar a las terrazas de los bares.

Mientras miro el pinar frente a una valla de metal en mi antiguo colegio, donde una pelota de tenis o de papel de aluminio servía para batirse en un todos contra todos, me pregunto por la trayectoria de mi ingenuidad, acaso perdida.

Y barrunto y la encuentro en mi centro: lo que escribo me parecen cuerdas de fantasía, me doy cuenta de que en mis amistades y amores busco continuamente espacios de juego lírico, de boxeo emocional.

La India, la inespecífica concreta, amplía mis lindes. La materia me parece reconcentrada. Voy con un amigo en moto a un mercado de Delhi, posible objetivo de nuevos atentados, y conviene en una tienda que le vengan a arreglar el sofá en una semana. Los tipos ponen cara de que siete días les parecen ciencia ficción. Se lo hago notar a Dimitri y se ríe, damos vueltas al mercado y pensamos en juegos futuros. La realidad me parece cercenada de perspectiva, o quizá amorrada a un cuarto tiempo que sólo intuyo en la poesía, que cada vez me parece más todo, más centro de la regeneración continua del mundo.

Los indios permanecen en su presente continuo. Si una de las características principales del individuo occidental es su proyección hacia el pasado y el futuro, a partir de la cual se configura el presente, el indio me parece un ancla en la tierra de hoy, quizá no consciente pero sí de acuerdo con que los otros tiempos son inasibles y borrosos, inasequibles a los límites.

Hasta ahora pensaba que estaba huyendo de todo, cosa que he creído hacer siempre en mi vida. Ahora, cuando me revuelco en la hierba de Nisamudín mientras intento leer a Tagore, cuando compruebo que no sólo yo tengo intención sobre los árboles sino que lo verde también quiere venir a mí, me replanteo mis coordenadas. Pienso que he perdido el norte, y que voy hacia el este, en busca de mi natural orientación: la escritura del tiempo no dibujado.

miércoles, agosto 20, 2008

Desprendimiento

No he contado nada de mi reciente visita a Santiniketan, donde se aloja la Universidad Visva-Bharati, fundada por Tagore. Visva-Bharati, Mundo-India: ya en el nombre del centro encontramos ese diálogo entre lo local y lo universal, constante en su obra. Encontramos su ímprobo esfuerzo por llevar la India al mundo sin ceder a la ilusión de un internacionalismo homogeneizador que anule la identidad particular. Amarrado al bengalí -idioma que normalizó, cambió, elevó-, Tagore se arriesgó hacia Occidente temerariamente, sin pavor al desentendimento, o quizá consciente de que era necesario ese fracaso comunicativo, ese doloroso rotular de las almas de aquí y de allí, para que algún día aparezca el gran lazo blanco, elástico en la diferencia Oriente-Occidente y firme en su textura humana. Algo que hoy no existe.

La experiencia fue algo desigual. Desazón por el descuido y el abandono central; circulación libre de la mente en los recodos, donde siempre se encuentran las cosas de la poesía.

Conocí allí a un grupo de poetas bengalíes. Nos fuimos a tomar un té. El que me hizo de anfitrión era un poeta joven que había insistido más en el inglés y en las traducciones que en la creación en su lengua nativa. Con él aparecieron un hombre ya en sus sesenta, con barba profusa y esas gafas grandes y gruesas que tanto gustan a los intelectuales de Bengala. Delgado y eléctrico, me mostraba sus poemas "posmodernos" (efectivamente, lo eran), explicaba los avatares de su grupo poético, su editorial, su revista de poesía. Era el jefe. El último poeta era un joven entrado en carnes, taciturno, reflexivo. Sólo dijo un par de cosas, ambas de mi agrado, no sé si por su brillantez o porque coincidían con mi pensamiento. Habló escuetamente sobre el uso del lenguaje en Tagore y su modernidad.

Me invitaron a su velada poética. Desde mi posada hasta el lugar del encuentro, paseamos por entre árboles y barracas. A cada paso se paraban, señalaban el cielo y me preguntaban cómo se llamaba ese árbol en español, cómo se llamaba ese pájaro en español. No me acuerdo qué mentira les dije. Ellos nombraban el mundo en bengalí y seguían caminando.

Es una sala de unos diez metros cuadrados, con las paredes azules, amarillas, blancas, rojas. Se sientan en la alfombra y me ponen una silla, porque soy extranjero. Yo lo rehúso, me obligan, rehúso, me obligan, etcétera. Llegan hombres y mujeres de todas las edades: en total serían unos quince. Calor excesivo. Mi anfitrión me presenta y se dispone a leer uno de mis poemas, aprovechando que tenía la versión en bengalí. Y tras leerlo todos susurran: "Bhalo, bhalo, bhalo" (Bueno, bueno, bueno). Creo que es una de las veces que un halago ha entrado con más naturalidad en mis adentros. Se me escapaba la risa y la melancolía: los hombres en sus kurtas y sus libros, sus sueños de congresos de poesía y sus discusiones acaloradas. Luego vino cuando mi anfitrión quiso racionalizar los elogios y, en un ejercicio insólito de síntesis del sentimiento general, aseguró: "Apreciamos tus versos, sobre todo por sus imágenes extrañas, tan cercanas a nuestra sensibilidad". ¿De qué comunicación escondida entre ellos sale ese consenso? Todos asentían.

Contenidos al margen, nunca había asistido a una conversación poética tan despreocupada y espontánea, lejos de la pretenciosidad, que parecía emanar de la tierra y no de la levitación intelectual que emprendemos en Occidente para estos quehaceres.

Salgo con mi anfitrión de la sala del fuego. Me lleva a su casa. Me regala libros, me invita a venir de nuevo. Me presenta a su mujer y a su hijo de seis años, que está enfermo. Tiene fiebre. Se ve que ha liado una buena, porque casi no se puede mover pero a su alrededor todo es un huracán de papeles repletos de color y formas. "Le gusta mucho pintar, es muy travieso", me dice. Era el desorden del arte lo que habitaba en la casa, no construido por el poeta adulto, sino por el joven pintor.

Y ya me retiré a mi soledad, a comer el yogur dulce de Bengala ('doi'), a visitar el cauce del río donde Tagore escribía. Después de dos días en los que escribí como nunca y el cerebro me circulaba en peligroso descontrol, noté un cierto desprendimiento, un desapego de los bienes mundanos y de lo que en definitiva es en esencia ahora mi vida. Una indiferencia hacia valores y amores que yo consideraba fundamentales. Sólo permanecía la importancia de la palabra.

Mejor volver a casa.

martes, agosto 05, 2008

Si tú lo fueras todo

Escribo una soledad
y aparece un árbol.
Al árbol le pregunto
si se siente solo,
si se siente escrito, dibujado, crecido,
soleado.
Como no contesta,
escribo un árbol
y le pregunto a la soledad
si ha olvidado su forma de árbol transparente,
la circulación de su sangre negra de burro.

Escribo un árbol y una soledad y me causan una conciencia,
un libro,
una lágrima,
una herida en la frente.

Árbol y soledad coinciden en una gran palma negra
que palmea la tierra
que abanica mis ramas
que se cierra a la luz
que se asombra de sus leyes
que se empieza y se empieza.

Escribo una escalera.
Y vienen todas las voces del universo:
soledades para subir
árboles para subir
palabras para subir
palmas para subir
tierras para subir
besos para subir
luces para subir
leyes para subir
sangres para subir.

En el borde de la escalera
encuentro la mente del sol.
Por aquí han pasado
todos las ideas del mundo
todas las purísimas lenguas
todos los imaginadores de árboles y soledades
todas las sílabas ardientes
todos los hombres con sombrero.

Escribo un amor sin esperanza
pido un solo amor redondo
una espalda
un cielo de hondura
un sueño
una columna de pájaros
un solo sol.

Y todo aparece.
Todo.
Como si la poesía...

lunes, julio 28, 2008

Intuición

Sueño que olvido el arte de escribir. Dibujo algunas palabras sobre el papel y me invade la angustia al comprobar que, esta vez, la gramática no tira sus ocho brazos elásticos sobre el texto para estructurarlo y prepararlo hacia la creación del significado. No tengo el sentimiento de estar perdiendo mis habilidades lingüísticas: me parece más bien que la escritura desaparece, que la posibilidad de comunicación entre la palabra y el mundo se difumina. Pruebo en catalán, en inglés, en italiano. Nadie acude. Tan sólo veo la 'b' bengalí como un pájaro sangriento ব, un triángulo vacío irreductible ব, un sueño dentro de otro sueño buscando salir de ব: arrimo el pensamiento a otros rincones pero siempre ব.

Despierto de la pesadilla. Leo las primeras líneas de 'Espacio' de Juan Ramón y me pregunto sobre la naturaleza nostálgica del texto. Las letras son el recuerdo del momento creativo, del punto temporal en que todo, absolutamente todo, desapareció. Excepto una cosa: la palabra.

Y la peligrosa y falsa idea: a lo mejor la poesía, presentadora del mundo, es la única cosa real.

jueves, julio 17, 2008

Polvo de lenguaje, mas polvo creador

Éste es el noveno poema de Shesh Lekha ('Últimos escritos') de Tagore.


Goddess of language:
I carve your image single minded
in this lonely courtyard.
Lumps of clay
lie scattered:
unfinished, voiceless,
they stare at the vacant
without hope.
At the feet of your proud image
they lie humbled,
not knowing why they are there.
Yet more pitiful than them are those
who had once found form
but as time passed
lost all meaning.
Where were you invited?
They cannot answer.
To build which dream
they bore the debt of dust
and came
to the door of mankind?
From which lost paradise
this portrait of Urvashi
did the poet want to capture
on this mortal canvas?
For this you were called,
kept with care in this gallery of paintings
and then forgotten one day.

The primaveral dust you belong to
with supreme indifference claimed you
in its soundless chariot racing into the unknown.

This is good.
This tired acclaim,
crippled, waste today,
these routine humiliations
dog the steps of time
and interrupt its journey.
Spurned, insulted,
you find peace at last
when you become one with the dust again.

1941

Traducción: Pritish Nandy

miércoles, junio 25, 2008

¿Organizador del juego?

Sueño que juego un partido con la selección italiana. Llevamos la camiseta blanca. Aunque normalmente juego de delantero, me veo en la posición de medio centro organizador, que debo asumir. Intento cortar un par de jugadas del equipo contrario. En un lance del juego, me doy cuenta de que podemos salir al contragolpe. Armo la jugada y ordeno a mis compañeros que se abran a las bandas, porque al correr junto a mí hacen que el otro combinado, que parece la selección española, se cierre en sí y no permita la penetración. No parecen entenderme. Nos roban el balón. Les repito, ahora en italiano, que al atacar tienen que situarse en los flancos para abrir el campo. Me miran extrañados. No sé si tengo potestad sobre ellos o no. No sé si creen que mis ideas son sensatas. No siento ningún sentimiento de pertenencia al equipo ni fervor contra el otro. Tan sólo me veo arrojado al juego y a cumplir.

Me siento un poco confuso porque no sé si soy importante para el equipo.

domingo, junio 08, 2008

Ceguera

Las retinas de gato enamorado tiradas en el tálamo
como una cuerda de nubes sin sueños,
añorantes de un libro giratorio, de piernas como penínsulas, de lóbulos enhebrados en conchas de mar, de rayos de sol en la pupila.
Ruinas de ojos que ya no bostezan en el barco,
que ruedan por las tumbas de la visión:
el secreto del árbol, los cuervos sordos, tus labios cruzados.

jueves, mayo 29, 2008

El malestar de la lectura

Pienso a menudo en un libro que en su día pasó sin pena ni gloria por mis manos y que me vi obligado a leer con fruición: The Bostoners, de Henry James. Fue durante el año que pasé en la Universidad de California, Santa Bárbara (UCSB). Por cierto, he descubierto que Robindronat Tagor, poeta indio al que estoy dedicando mi tesis de Literatura Comparada, decidió allí, entre las palmeras, crear la Visva Bharati (Santiniquetan), una escuela de libre enseñanza en suelo bengalí, para entendernos. Me reconforta el pensamiento de que en el mismo espacio donde dejaba volar mis ideas -cometas que se perdían por las playas del Pacífico, palabras deseantes en bamboleo con las arenas californianas- Tagor visionaba la Universidad del futuro.

Tuve que leer The Bostoners a toda leche porque al día siguiente tenía examen de literatura norteamericana del siglo XIX. Había disfrutado tanto con el excesivo Whitman y, sobre todo, con la finezza de Dickinson (su poesía era una justificación intelectual del pesimismo: yo estaba convencido del influjo de Schopenhauer, algo por otro lado indemostrable), que tenía mis reservas sobre los placeres que me podía dar James, un autor a priori lejos de mis coordenadas estéticas.

Recuerdo aquella noche de lectura feroz con nostalgia: el remolino de sábanas, el intercambio verbal irregular con mi compañero de habitación, un tibetano que adquirió la ciudadanía estadounidense (¡cuántas preguntas le haría ahora que estoy a un paso del Tíbet!), los viajes a la habitación de al lado (vivía en una especie de comuna con dieciocho personas), donde también estudiaba para el mismo examen un americano de ascendencia irlandesa con el que me había picado. Él sacó un 9; yo un 9,5. Es una de las grandes satisfacciones de mi vida. Supongo que esto no me hace aparecer como una persona muy humilde.

De lo que quiero hablar es de la obligación moral de aquella lectura. ¿Cómo iba a hablar de una novela sin haberla leído? En puridad, era innecesario: cuatro tópicos, contexto, influencias, alguna interpretación excéntrica y casa escobada. Pero me vi moralmente lanzado a su deglución. Era un peñazo de libro. No recuerdo casi nada de la trama, pero ha permanecido en mi mente el estilo realista, la descripción minuciosa, las palabras desnutridas al servicio del insieme de la obra. Sí, sí: me gustó. Más tarde descubrí que el motivo fue la inadvertida exploración de la conciencia subjetiva que se puede leer en la novela. Exquisita y equilibrada prosa que tocaba inadvertidamente uno de los espacios capitales de la modernidad.

Creo que cualquier tipo de texto crítico no puede escribirse sin haber leído la obra a la que se refiere. Lo digo porque he leído una reseña en el suplemento literario del Times sobre un ensayo, Comment parler des livres que l'on n'a pas lus?, de Pierre Bayard, un profesor universitario de literatura francesa que asegura leer muy poco y dar clases sobre autores que nunca ha leído. La no-lectura es un tabú, el acto de leer está sacralizado y a veces más vale no hacerlo porque no te enteras de nada. ¿Cómo se te queda el cuerpo después de leer Así habló Zaratustra de Nietzsche o el Ulises de James Joyce? A mí casi me da un pasmo con el primero.

Estoy de acuerdo con Bayard. ¿Para qué todo este sufrimiento? Una insoportable melancolía se filtra en mí al pensar que no podré leer ni una décima parte de lo que quiero leer (si leo cuatro libros al mes, ¿cuántos leeré en mi vida? ¿Entre 3.000 y 4.000? ¿Cómo me atrevo a tragarme todos los libros de Beckett, Tagor y Juan Ramón, en detrimento de tantos otros?); además, mi capacidad de exégesis de los mismos es, siendo optimistas, muy limitada, y me veo condenado a pensar durante lustros que Musil, por decir un autor que no he leído y que creo que me daría una asegurada satisfacción literaria, es un fenómeno, una tesis que mantengo desde la ignorancia más absoluta de su obra, un hecho degradante intelectualmente.

La cultura, en este caso escrita, aparece como un monstruo terrible de brazos múltiples, como el omnipotente Mahakala. Vamos todos a la pira. La vida es un tostón infumable y la lectura, que para algunos pelagatos es una de sus ramas principales, es una prostituta que no se deja deshojar. Vaya mierda.

Y cuántas ganas de echarse unas risas tiene la gente de ahora.

miércoles, mayo 14, 2008

La longitud eterna del lenguaje

Hay pocos países que tengan decenas de grupos terroristas activos en su territorio y que les concedan tan poca importancia. Es el caso de la India. Es increíble.

Hay pocos países con una clase política tan descerebrada, irresponsable y malvada como Pakistán. Es increíble.

Pero volvamos a lo nuestro: he colgado un póster en blanco y negro de Tagor en mi ático indio. Pero no lo contemplo largamente porque la bolsa ya está casi lista y sólo quedan las botas y la camiseta. Me meto en el coche de mi amigo y vamos hacia la cancha. El sol está en un descenso que lo inunda todo: sólo he registrado este fenómeno en ciudades continentales, apartadas del mar, como Delhi. En Barcelona, San Francisco o Calcuta encuentro una inclinación dulce de la puesta de sol que sólo puedo interpretar como un homenaje o atracción hacia las aguas; pero en Madrid, Praga o Delhi las calles parecen un lingote de oro cuando el día toca a su fin. De todas formas, el sol delhí es especialmente impertinente y bello, me digo, mientras en el gran nudo de Delhi, en el centro de la Carretera del Anillo, descubro jardines escondidos y absurdos como las huertas de las afueras de Barcelona.

La semifinal es un trámite. El equipo, 'Bost Axola' ('Never mind de bollocks') fundado por un amigo vasco que se nos fue a Sudáfrica, está formado por Vikram, el Casillas indio, bajo los palos; Dimitri, la muralla española, en el centro de la defensa; Tito, un catalán un poco pesao, en la banda derecha; Mahinder, un rápido lateral indio que está como una cabra, en la izquierda; Martin, un joven eslovaco con un toque exquisito por delante de la línea defensiva, y Morgar en libertad de proteger al equipo o hacer daño al cuadro contrario.

Vemos la otra semifinal y los aficionados admiran el músculo de un nigeriano que dicen que juega en la Liga india. Pasan a la final. Y en la final me obsesiono con tapar al nigeriano, con superarlo por velocidad, con batirme con él, con la idea de que yo a éste me lo como, yo a éste me lo como. Prueba el recorte, la bicicleta loca, mezcla un regate de fantasía. ¿De quién es este toque que tocas? ¿Es una mala copia del viejo Estebaranz, de la electricidad de Messi, de la sinceridad de Villa? No, es el quiebro de siempre hacia dentro, tu engaño de piernas pequeñas y deseantes: tu regate intransferible por tu cuerpo encorvado, tus alas ensangrentadas y tus rodillas en enfado terrícola.

Es la palabra tuya, tu organización única del mundo, el encuentro de oscuridades que emerge de tu genética y tu experiencia, el poema inequívocamente morgiano: como los escritos literalistas de Garmor, como la sensibilidad desobediente de Judith, como la materialidad lírica de Joan Pau.

Hasta que la conciencia individual no evacúe, la autoría seguirá existiendo.

Y qué dulce es revolcarse entre las piernas del nigeriano, asistir a la forja de la personalidad en la lucha: hoy el aprendizaje de que a una carrera explosiva y corta tiene que seguir un pase rápido o un vuelo directo hacia la portería, hoy el aprendizaje de que si monocentras tu atención te pueden llover los palos por otro sitio: un indio del otro equipo me tuerce el tobillo y abandono la cancha.

Me quedo cinco minutos fuera, me duele mucho, acuden a mí masajistas desconocidos y camilleros de otro mundo. Estoy con Manoj y me pregunta si puedo seguir. Y respondo: "Hijos de puta". Manoj se parte.

Ya sólo me queda saltar de nuevo al campo a descubrir que la entrega abre el mundo: que el sudor hace girar más rápido las piernas malheridas, que las manos desnudas pueden abrir una rendija en el muro del misterio; hueco alto por donde el más pelagatos del equipo me envía un pase, hueco por el que me tiro al suelo para rematar y marcar el gol que dedico a Manoj tocándole los pies y regalándole un coletero del Hipo. Porque es importante saber dónde está uno y de dónde viene.

Y camino por mi barrio de flores abiertas por la mañana. Sostengo el trofeo al mejor jugador del torneo que me han concedido. Qué melones que son, pienso: he fallado un montón de goles. Piso el balón y me imagino que mi madre es india y que me lo ha tirado desde el balcón para jugar con los amigos. Recojo al niño que hay dentro de mí: cabe en la palma de mi mano, como los versos rumanos que estoy leyendo. Y guardo en mi barca la esperanza de que en esta travesía hacia la palabra, en este tránsito de novela solar, otro río vertical con sombrero se abra: el Objeto que todos intuimos, la Cosa sin cosa, el huso transparente: la verdad, que sí que se puede decir.

sábado, mayo 03, 2008

Conciencia escindida

(Un día en Bengala).

El pato de luz que entra por la ventana bengalí me despega los ojos, salto y doy comienzo al enfado por no haber podido enviar la crónica del día anterior por teléfono satélite, fumo por los pasillos del lugar de hospedaje improvisado brindado por Lapierre en el sur de Calcuta, cerca ya del delta bello, de las 104 ínsulas extrañas de tigres, miel y poesía en español. Subo al desayuno: el director de la ONG, un indio de risas agachadas, me había invitado al rezo politeísta matutino y, evidentemente, he querido perdérmelo. Mientras planteo a mi mente que resuelva el misterio del dios al que rezaban decenas de musulmanes e hindúes, mis manos resuelven la comida con las manos: las hortalizas hervidas entre el pan redondo, el desentrañamiento del huevo cocido, el té con leche indio.

Me despido de las gentes de la ONG y todo es un círculo como el del pueblo de mis padres: puerta por puerta a dar el adiós corto, el de los planes próximos y lejanos, el de la huida suave de lagartija. Subo al 'jeep' que me llevará a Juan Ramón, Valente y Crespo: el de las islas tribales del delta. Recorremos la mejor carretera construida en la India para llegar al paraje remoto: mientras el terreno gana trópico mi conciencia empieza a buscar división. Recuerdo a los románticos alemanes afrontando la escisión ya irreversible entre mundo y sujeto; la evocación del genio griego en perfecta inocencia con su producción del arte y su relación natural con los dioses: la modernidad autoconsciente que ya da el balón al sujeto, embarrado para siempre en su explicación del mundo.

Subo en el barco de Lapierre en mirada hacia las islas: desde los diques de ladrillo, guerreados por el musgo, los pescadores tiran sus redes azules. Me veo enlazado en el tiro de la palabra, en atrapar el mundo para llevarlo a mi redil, al campo de la literatura, a la devolución textual. Por qué agujero de la red se me está escapando, cómo cerrar las mallas, hacia qué posición orientar la creación, seguir la narrativa desde la mente, la que relaciona la experiencia cualitativa, romper el arco de lo real para hacer explotar lo verdadero, naturalizar el lenguaje para referirme más directamente a esto. El bote avanza y caemos en una de las islas, que parece la más grande, el final. Me subo a una moto con una tabla detrás; estoy sentado en la parte trasera y el paisaje de palmeras y marismas se aleja como la precisión de mi novela.

Llegamos al único hospital de la isla, auspiciados por un simpático personaje indio que, esta vez sí, se parece a Gandhi en palabra y acto. Vemos el sucio paritorio, el joven médico de la "clínica", los tejados comidos por el sol. Volvemos a la orilla en la moto, entro en el barco, que también sirve de hospital: les hacen rayos equis a los lugareños. Me quedo plantado ante la pantalla para comprobar la vista, con su cara en hindi, en bengalí, en el alfabeto romano. La giro y giro y mi cabeza: mi pasión ya desbocada por Tagor, el recuerdo latino de mi cultura europea, la presencia india de mi hoy. Salgo del buceo y me sorprendo con las declaraciones de Gandhi: "Bueno, esto no es una isla, es mainland". Escandalizados mis sentidos, zarpamos en busca de navegar por islas reales para obtener fotografías reales.

El mundo se ha transformado: lo que era isla es tierra, y todo el espacio examinado se me reconfigura. Antes de alcanzar el puerto de destino, como el arroz y la cazuela bengalí en los vientres del barco, absorto por el ruido insoportable del motor. En tierra, el 'jeep' ya corre en tierra firme para ir deshaciendo el camino y añadir el vertedero de las afueras de Calcuta. Pero el corazón ya se siente en casa al sentir la proximidad de College Street, de la Universidad de Calcuta, del espacio de libros viejos más grande del mundo, donde tantas tardes me he perdido con mi amigo Subhro en busca de obras fundamentales. El calor húmedo me trae el Mediterráneo y Subhro me trae a la librería de Tagor, cerrada, donde vendían sus obras por diez rupias, porque él era el moderno, el que quería los libros copiados para todos, la distribución de la cultura.

Le pido literalmente a Subhro que localice inmediatamente Lírica de una Atlántida de Tagor. En bengalí. Con la alusión a la poesía última de Juan Ramón, me refiero a los últimos versos de Robindronat. Él lo entiende perfectamente. Detengámonos en esto, por favor: él es indio y lo entiende. Esto es muy grande. Finalmente me hago con un tomo en bengalí de casi mil páginas con sus canciones y líricas más relevantes, que "completa" otro tomo que ya tenía. Sonrío ante la idea de lo completo, anhelo imposible para mi conciencia romántica ya escindida pero también para abarcar la imposible escritura de Tagor, que ocuparía mi biblioteca entera. No me han podido traer Lírica de una Atlántida pero me traen su penúltimo libro, es decir, Dios deseado y deseante. Me siento persona en riesgo hacia una cultura; mundo otro que también viene a lo de mí. Vamos a la cafetería de Tagor: una fotografía pequeña preside la enorme sala de techos altos construida por los británicos. El café: una de las naturalezas de Europa e inexistente en la India fuera de las grandes cadenas capitalistas.

Ya soy en Calcuta feliz: cuidando el libro de Robindronat, con una edición que me trae una alta nostalgia por su tacto europeo, por su cuidado caligráfico, por su ordenación sana. Veo en esta ciudad, en cuyas calles se compran igual Neruda que Tolstoi, Dante que Kalidasa, un ventrículo de nosotros hacia ellos, un escalón perdido: y, después de que Subhro me diga que un cineasta muy conocido está preparando un documental sobre mayo del 68 en Calcuta, me digo yo que sería un libro bello, una narración morgiana voladora. Salgo de la cafetería y miro otra vez la fotografía de un novelista bengalí famoso: Nabarun Bhattacharya. Ya entrevistado por Morgar. Centro de cultura accesible.

Vuelvo a Delhi y lo dejo todo allí: una nueva relación se abre. Schiller me coloca la arquitectura como creación primitiva y simbólica, contacto directo y no humano con la criatura primaria genésica; la escultura, como un acercamiento de dios al hombre, como un acercamiento respetuoso a lo otro, asemejándolo a nosotros; y a la pintura, la música y la literatura como las ciencias artísticas más metafísicas, como la última aventura del sujeto. Y sí: la literatura nos es exclusiva. Es sólo nuestra. Temor y coraje: ascensión imposible, alma encogida y elástica. Palabra amenazada e inmortal.

miércoles, abril 23, 2008

Cometas

Y no me pude resistir. Entré en la librería madrileña -cuánto más bonitas son las de Barcelona- y compré una pequeña edición de Siruela: La idea de Europa, de George Steiner. Era una vieja referencia, un libro sobre el que teníamos previsto pasar si se daba la oportunidad. Pagué los excesivos diez euros por la miniatura cultural y me la metí en el bolsillo de la americana de pana, recipiente donde recorrió toda la capital española, Moscú y los aires hasta posarse en suelo indio. Y recordé las salidas nocturnas en recepción de alguna mujer, cuando era más bien extravagante llevar peso y me metía un libro de Montale en el bolsillo como ahora guardaba el de Steiner, cuando pensé por primera vez que esto sólo lo podía hacer un europeo: a lo mejor un americano o un japonés se atrevían, pero no es el guardar las letras: es el cariño del intelecto, el acunar el conocimiento; la plena conciencia de llevar en la chaqueta el mundo y sus ramificaciones, en las que uno se imagina dispuesto a la observación y la excavación.

Dice Steiner que Europa tiene cuatro cosas -por decir algunas- que la caracterizan: el café; la geografía caminable y dominada por el hombre; la mirada al pasado -cristalizada en las calles europeas, repletas de nombres de los hacedores de nuestra historia, lápidas que nos pesan-, y la herencia racional de Atenas en mezcla con la irradiación de fe de Jerusalén. Del desarrollo discursivo de estas características, me quedo con una frase: "En América, la gente no va a los bares a escribir tratados de fenomenología".

Algunas de sus ideas son incompletas y otras nacen de un juicio -histórico y moral- del que se puede discrepar. Énfasis demasiado aéreo en la influencia judía en Europa, sobrestimada, por otro lado, por el resto de la intelligentsia occidental. Es por algo que el brazo europeo en Estados Unidos parecen los judíos americanos, artífices de la creación desinteresada.

Steiner opina que Europa se suicidó con el Holocausto: ahora se trata de preservar nuestras artes e historias con un mínimo de dignidad. Nosotros creemos que Europa tiene que ponerse los anteojos y dejar de situar sus raíces solamente en la Antigüedad grecorromana, por decir un ejemplo: bienvenida sea a nuestra savia el genio romántico alemán y la Ilustración desligadas ya de su eterno nudo con Grecia, y sobre todo el brinco lírico de los países mediterráneos. Quedan una y otra vez subsumidas en la tradición alemana y francesa -bastiones del poder, todavía- la literatura española y la portuguesa, por poner un ejemplo: lanzas que han llegado donde Shakespeare sólo veía nubarrones.

Europa debe mirar al sur y al este. Incorporar a las literaturas eslavas, las únicas que nos están haciendo salvar la cara en este bochornoso comenzar del siglo XXI, a su tronco intelectual: no a las ramas del árbol sino al propio centro natural.

Eso sí: estamos absolutamente de acuerdo con Steiner en que la vida "no examinada" no merece la pena ser vivida. O, al menos, que la voluntad de excavación intelectual eleva la vida, la hace cualitativamente mejor. A esto no tenemos previsto renunciar, pese al utilitarismo reinante.

Quedan algunas ideas tímidas apuntadas, apenas una brisa de la seguridad de estar en lo cierto cuando uno baja la Plaça del Diamant pensando en nuestras guerras y libros, en la obsesión por la recuperación del pasado, en el café de los cuatro gatos, en las luchas anarquistas contra la Iglesia y, sobre todo, en todas las manos de escritores agitándose como cometas en el aire, buscando su espacio para estampar la literatura en el cielo.

martes, abril 15, 2008

La lengua de la lengua

Los aleteos del árbol espuma,
los fragmentos del mar en castillos interiores

(se ordena lo planetario)

el parlamento del animal con barriga de sílabas

(columna y palabra)

Una semana en España

Voy en giro por la Barcelona vieja, estanque de plátanos grises entre la montaña y el mar. Me acompaña Fran en este deslizamiento soñoliento y ordenado, destartalado, como la Europa mía. El único propósito de este día de Sol suave, que permite una tranquila alternación de vestimentas livianas, es encontrar traducciones a lenguas romances de Robindronat Tagor. Miro en los ojos de mi amigo y me pregunto por qué se lo está pasando bien ante una tarea que a un veterinario quizá resulte aburrida y excéntrica.

Encontramos casi todas las librerías de viejo en Diputació, calle paralela a Consell de Cent, donde Garmor ya se ha sumergido en su trabajo en El País, en cuya sede catalana yo también trabajé, cuyas calles que la circundan hemos marcado con noches de fiesta, paseos en busca de restaurantes japoneses a las dos del mediodía, puntos de encuentro intelectual y descanso físico para volver a nuestras obligaciones laborales.

Entramos en una librería. ¿Tenéis libros de Tagor? Lo miran en la base de datos, algo impensable en la indomable India, y me sacan primeras ediciones de las traducciones de Zenobia y Juan Ramón, primeras ediciones de las traducciones en catalán a cargo de Ventura Gassol y Josep Carner i Ribalta. También conseguiría, al final, una primera edición de la traducción francesa de Gitanjali, cuidada por el escritor francés André Gide. El hallazgo de estas delicias me embarca en una insondable melancolía de mi cultura: de un continente, Europa, marcado para siempre por su deslumbrante pasado, cuya misión más importante es preservar su legado cultural y evitar el suicidio intelectual en marcha.

Me llena de joyas saber que Fran me acompañará donde yo quiera, que este día es mío, que quiere escuchar todas mis historias indias, mis amores inflamados, mis manías insoportables. El Sol se cae y de nuevo me reúno con Fran tras la cena. Vienen Betis, Jorge y Santo en el canijo, el coche uruguayo, para desde El Prat volar en máquina hacia el mar de la Barceloneta. Allí se nos une Garmor, que viene del otro lado del cinturón rojo -¡qué convergencia la nuestra, qué lanzamiento prometedor hacia el futuro desde nuestra posición humilde, excéntrica!- y las bromas y risas se suceden sin descanso, de modo que cuando una ha pasado a mejor vida, la otra la barre y la hace crecer, como las olas del mar que baten a nuestras espaldas.

Pocos días más tarde llego a la Granada mora, ciudad de inefable fuerza telúrica, fogonazo amarillo del tiempo. Visito durante dos días a mi abuela, que ha llenado la nevera de víveres y ha preparado cuatro platos de arroz con leche: tardaría como poco una semana en terminármelo todo. Y al despedirme: "Un día, otro día, una noche, otra noche. Siempre sola. Ay, dios mío. Yo le rezo siempre a San Antonio para que te cuide. Tú descansa, que estás muy delgado, tienes que estar en casa, en tu casa y descansar, comer, descansar y comer. Y un día y otro y otro y siempre sola, sin nadie que me quiera ver. No, no dejes la llave por fuera; cógela y cuélgala ahí, cierra con fuerza. Hoy ya no vendrá nadie más".

Mis primos me sacan en coche del pueblo de nuevo hacia la capital de Granada, bordeando el litoral mediterráneo, como siempre. Nuestra actitud intelectual ha sido siempre una línea sinuosa mordiente con el mar, tangente y paralela, bailaora. Pienso en la tristeza de mi abuela, en la soledad y la nostalgia, y me pongo en la cabeza que la costa del Sol está muy cerca.

Cuando, tras las tapas y la observación de la vida andaluza, llego en tren a Madrid, el cielo se ha enmarañado. Miro el poderío continental de la capital, las banderas españolas altas y me digo que Barcelona me gusta más, pero Madrid también, ya está marcada: la sede de la Agencia Efe en Espronceda, los paseos por Sol buscando un póster de Joaquín Sabina para mi amigo indio, los descabalgos nocturnos con mis viejos amigos de Santander... España está signada con recuerdos deseados y deseantes, sembrada con mojones de agitación interior.

Todos me ayudan: me llevan en coche, me ofrecen alojamiento, me sacan de compras; soportan mi inquietante tranquilidad. El avión sale a Moscú, donde espero el último vuelo fumándome lo último que me queda de Madrid: un puro. Las desvencijadas alas del Tupolev ya están listas para el despegue hacia la India, tierra de la representación mito-práctica, del desconcierto templado. Al pisar el suelo de Delhi, repaso la cartografía europea, domesticada para nuestros paseos, para poder recorrerla a pie, y me cargo de nueva energía para escalar el indomable sur de Asia, que se me ofrece en forma de una Amazona de cabellos largos, soñolienta, que me hace el amor para recordarme que mi sitio no está en la India o España, sino en el centro de la experiencia fenoménica.

lunes, abril 07, 2008

Próximamente...

...intermitencias españolas.

martes, marzo 18, 2008

Un día en la India

Ayer tenía el día libre y se lo dediqué a Delhi, que como ya he dicho alguna vez, es aquella mujer herida y fascinante, abandonada, que no te llamó la atención por primera vez pero que cada vez que te penetra con sus lanzas de madera muestra su vida violenta, su deseo de ser amada, imposible de obviar: no se puede no amar a Delhi. Inadvertidamente, uno pasa de discurrir sobre si acaso puede considerar a Delhi una conocida a aparecer en su regazo de árboles sollozando deseos.

Me levanto y desayuno en la terraza: té con leche, fruta y tostadas. Suenan de fondo canciones de Mina. Repaso algo de italiano. Lo entiendo. Vuelvo a mis apuntes de bengalí. No entiendo nada. Reescribo el inicio del capítulo tres de mi novela. Llamo a todas las librerías de viejo de Delhi como un loco: quiero encontrar dos libros fundamentales: 'India and the Romantic Imagination' e 'India and Europe'. Hermenéutica. No los tienen en ninguna tienda y decido ir a la Sahitya Akademi, la Real Academia de aquí, si quieren ustedes.

Ya había estado antes; me había pasado mañanas enteras leyendo los Upanishad y líneas mínimas de Tagor. Subo a la planta de arriba, donde hay una tienda que ofrece descuentos excepcionales. Me compro el cuarto volumen de las obras en inglés de Tagor, la poesía completa de Kalidasa y un libro de historia de la literatura india que me habían recomendado (tres volúmenes). Veo un diccionario de bengalí: dos edificios de letras grandiosos. Y le digo, en hindi, al dependiente: "Maisán, ahora no puedo llevarme esto. Pero en un año hablará bien bengalí y me lo compraré".

Mientras bajo las escaleras también desciende mi convencimiento de que conseguiré aprender el catalán de la India. Entro en la biblioteca. Todo Tagor, en bengalí, son veinticinco volúmenes que ocupan varias estanterías. Toco los libros; son viejos y polvorientos. Apenas alcanzo a leer en alguno de ellos la palabra 'poesía' en bengalí. Encuentro los hilos hermenéuticos de los que quería tirar por la mañana, los dejo apartados para llevármelos a casa (¿y si los robo?) y encuentro algún ensayo interesante sobre Tagor, la modernidad y Europa.

Estaba leyendo uno de ellos y apagaron las luces. Me imaginé con ella en esa esquina de la biblioteca, al resguardo, al sentir del flujo destructivo de la atracción, cruzando nuestros peces y pájaros.

¡Maisán! ¿Por qué me cierras? Salgo. Espero a mi amigo indio, Manoj, que ha salido ya de trabajar de la embajada chilena. Manoj me hace todos los caprichos. Todos. Se mete con el coche en el complejo donde está la Academia (Rabindra Bhavan). No está permitido, pero él le dijo al guardián que su amigo era una persona muy importante. Me subo con él. Dejo la moto, con la que había venido en ascender de cielos y primavera de heridas, en un párking adyacente.

Vamos a Connaught Place, el centro financiero de Delhi, donde la ya descrita convivencia entre la globalización y el carácter indio se entreveran. Me quiero comprar la PlayStation. Nunca he querido una, pero últimamente me lo paso muy bien jugando con mis amigos; y quiero que cuando Garmor, Fran, Cabesita, Tigre o George vengan la disfruten conmigo. Me compro una nueva, ensamblada en China: regateamos fuerte, como dice Manoj. Conseguimos el Pro Evolution 8, una memory card, dos mandos y un multitab por un precio bastante razonable.

Salimos de Palika Bazar y damos la vuelta a Connaught Place. Fumamos, esperamos a Godot. Volvemos al coche, que está en uno de los pocos (¿el único?) párking subterráneo de Delhi, no sin antes discutir con el personal, como es costumbre. Llegamos a Pahar Ganj, un mercado para hippies y turistas atestado de bici-rickshaws, vacas y comercios. Es una locura entrar dentro con el coche: lo hacemos. Recogemos a Dimitri y su novia y aparcamos al final de la calle (?!). Cenamos ternera, por fin, en una terraza, y hablamos, como siempre, de lo que nos une: la India y el trabajo.

Ya es tarde pero el día de Manoj y Morgar no quiere acabar. Llevo un curta bengalí. Me cambio de ropa en el coche de Manoj: me pongo unos dockers y una camisa que me había comprado en Connaught Place después de la Play (¿cuánto dinero gasté ayer?). El plan es que Manoj me acerque hasta la Sahitya Akademi para coger la moto. Pero llegamos y no está. Me vuelvo loco, no soporto el pensamiento de haber perdido esa vespa desvencijada, espacio mío de felicidad y amor inexplicable.

Preguntamos a los policías del párking; no saben nada. Nos vamos a la comisaría más cercana. Hay muchos vehículos aparcados. Superviso la zona y mi alma con motor no está ahí. Un policía de la comisaría se enfada conmigo por meter tanto las narices. Le enjabonamos un poco. ¿Dónde está la moto? No nos hacen caso, nos dan evasivas: al final el comisario llama a un 'amigo', que asegura tener la voladora Kinetic. Otro agente me coge el tíquet del párking y me dice: "No lo pierdas, esto es la prueba de que la moto es tuya". Y me empieza a preguntar cosas personales. "Venga, tío, que me voy a por mi moto, trae", le digo, en español, claro.

Nos han dado el móvil de un agente. Todo se desarrolla en hindi, en otro universo lingüístico que, sin duda, reelabora la realidad. Llama Manoj. Le dice el poli que está en una calle no muy lejana, que vayamos a buscarlo. Lo encontramos. Paramos el coche en el medio de la carretera. Habla Manoj con él (déjame a mí, no te preocupes, tío). Me equivocaba yo si quería decirle: el párking no especifica las horas que puede estar un vehículo ahí, no sé si es por eso por lo que habéis retirado la moto. Manoj le dice que trabaja en la embajada chilena, que yo soy su hermano español, que trabajamos los dos en el mismo barrio (todo esto sí puedo seguirlo), que yo soy periodista.

Nos mira el agente. Parece que imagina todo lo que Manoj y yo hemos vivido juntos, que ya es mucho. Sonríe. Me dice que si hablo hindi. Y le digo lo mismo que al dependiente: "De aquí a un año, hablaré hindi craquelado, pero ahora no mucho". Sonríe. ¿Nos la vas a dar? Gira la cabeza. ¡Qué cabrón, quiere dinero!, le dije a Manoj. Sí, sí, me dice. Comenta dos banalidades. Y le dice al agente que le acompañaba -un mandao- que nos acompañe hasta el lugar donde está aparcada la moto.

Maisán se sube al coche con un palo que no tiene nada de ninja. No, no, tú detrás: Morgar va delante de copiloto. Creo que esta escena fue la mejor del día. El policía sentado detrás con mi PlayStation al lado. Veo otra vez mi moto y estallo de alegría. Abrazo a Manoj y le digo que es el mejor, pero vamos, vamos, que no llegamos a la fiesta.

Mientras conducimos por la noche templada, pienso en mi hermana, que me había recitado por teléfono un poema de Juan Ramón Jiménez de memoria, también en mis padres y seres queridos, y me digo que dónde está mi generosidad. Siento remordimientos: quiero dejar atrás mi carácter frío y hacerles todos los regalos del mundo, entre ellos, mi afecto directo y sin desviaciones intelectuales.

Y no recuerdo unos ojos grandes, sino la oscuridad de su contorno. Esta extensión de tierra orbital es lo que yo siempre he considerado el espacio de la literatura.

domingo, marzo 16, 2008

Apunte

Joder, qué difícil es escribir una novela.

martes, marzo 11, 2008

Marinero

Leyendo 'El mono gramático' de Octavio Paz, discurso poético entre templos, mujeres indias y jardines ingleses, se me ocurrió escribir un libro de imágenes comparadas: Delhi y El Prat. Las flores abiertas de Nisamudín, las tumbas de santos sufíes; el vuelo nostálgico de los aviones de Iberia, el aparcamiento de la playa donde todas las parejas se iban a hacer el amor; el jardín de Lodi como una herida más de Delhi, mujer desaprensiva y dispuesta a todo, los polígonos industriales pratenses en voluntad geográfica con las raras marismas del Delta del Llobregat; la noche de animales gritando (¿qué hace un elefante a las cuatro de la mañana en Delhi, a qué boda se dirige, a qué establo vuelve?), la oscuridad catalana y mustia de mi ciudad.

Pero éste será un proyecto más que se quedará en nada. Otra ancla tirada al mar: uno que se sumerge en el agua y comprueba hasta dónde llega el metal, si es capaz de dirigir sus movimientos, si por el camino el desvío es excesivo o pura vacuidad de su naturaleza libre, si se acaba el oxígeno. Miles de intentos del alma de llegar al fondo del mar: la tristezza del pensiero.

मोर्गर

sábado, marzo 01, 2008

Sobre mi novela

El anuncio de que Morgar está escribiendo una novela, que llegó a finales de 2007, supuso, como ya apuntamos en este blog, un mazazo para Joan Pau, estrecho amigo de Morgar cuya pulso lírico es capaz por sí sólo de mantener con vida la literatura durante siglos.

Crear. Qué escurridizo vocablo, en efecto, bienamado compañero. Y qué ligereza e imprecisión al hablar de la 'vida de la literatura'.

El día de ayer, 29 de febrero, que no tendría que haber existido porque es una suma de las seis horas de los últimos cuatro años, ha dado un vuelco a la estructura de la novela -que de momento no llega a las treinta páginas- y le ha dado su forma definitiva.

No tengo la suficiente autoridad como para oponerme a la escritura de este libro. Pero sí que puedo decir -porque la novela la hago yo- que el proceso va a ser mucho más rápido de lo que pensaba. Me reconforta, también, que las nuevas ideas son ya genuinamente morgianas. Tras unos meses de lances sexuales, mi proyecto literario y yo hemos entrado en una relación de profunda identidad y misterio.

Se me ha despejado la mente, que tan sólo está preparada, creo, para explicar experiencias insondables, probablemente por su naturaleza cualitativa, componente del mundo que ni la ciencia ni la filosofía han sabido de momento analizar. Tampoco la literatura, que busca la verdad en la ficción. Menuda astracanada.

lunes, febrero 25, 2008

Escritura de los interiores

Una forma divina de inspiración del futbolista es el caño. En su debú con el Zaragoza, Cani, ahora en el Villarreal, salió y le hizo un caño a un oponente. No hay mejor manera de tocar un primer balón: aunar la función inequívoca del regate con la sutileza de la inteligencia. El otro rebasado; yo vuelo: calentamiento de la magia.

Pero lo que para nosotros es una galería poética, acuática (siempre que el balón pasa por debajo de las piernas de un rival, invariablemente, lo hace como suspendido, consciente de que el tiempo y la materia se alteran), para los ingleses, por ejemplo, es un divertido malabarismo. Lo llaman nutmeg. Por mucho que nos detengamos en elucubraciones etimológicas, pronto nos saltan al imaginario los huevos del otro, por debajo de los cuales pasa la bimba. Me parece ésta una elevación innecesaria del regate que deja de lado la pura esencia del acto, la lírica del fútbol, para centrarse en las humillantes consecuencias del mismo sobre la víctima. Es como reírse de quien no ha entendido un poema.

Entre el sublime caño español y el sardónico nutmeg inglés, encontramos el estético petit pont francés. Franca y exacta descripción del escenario del acto: sugerencia del atravesar al otro lado, intento lírico de embellecer el regate. La expresión gala admira y repele: significa a un regate que, quizá, no buscaba un vuelo estético sino una concentración de tiempo y tierra que, hasta el momento, tan sólo parece retener la palabra española.

En Portugal lo llaman cueca, que son los gallumbos. Vaya broma. Pero en Brasil, entre otras palabras, usan una en la que nos detenemos: janelinha. Pequeña ventana o, mejor dicho, ventanilla. El regate puede abrirse, mostrar expansiones sentimentales, pero es en esta restricción, en este toque compungido y acuático del caño, donde el balón entra por la minúscula ventana del mundo, por el imposible. La janelinha quiere hacernos ver lo difícil que es el pasar la pelota por entre las piernas del adversario; se cuida también mucho de no despreciar su vertiente poética.

No estamos solos al cruzar esta galería. Cualquiera que haya hecho un túnel siente el acompañamiento de la inspiración. Su tierra de carne inspirada respira: se comunica exactamente con el medio. Siente entonces la conciencia de la varita. Abandono aquí el panteísmo, porque creo que en ese momento total de intercambio con el dios inventado, que es todo lo demás que no somos nosotros, volvemos al hombre. No se siente uno un místico, sino un humanista, un poeta clásico e impertinente. Encara ya portería con la alegría de aceptarse en su divinidad humana. Quiere sorprender a la huidiza hazaña del gol, siempre tan lejana. La creatividad salvaje se sube a sus lomos y golpea el balón con el interior culto del pie, trazador de la precisión lírica.

Viva la literatura que hacemos cada día: escrita la jugada; escrito el mundo.

jueves, febrero 14, 2008

Estilo morgiano

Estaba viendo un partido de la liga holandesa en un hotel lleno de cucarachas en la ciudad costeña india de Allepey. Fue allí donde visité las aguas interiores, la vida de los lugareños en las marismas que preceden a la mar. Para enviar una carta, el hombre de tez negra tenía que pasar en barca al minúsculo pueblo del otro lado fluvial, a tan sólo diez metros, donde estaba la increíble y humilde oficina postal. Los pertrechos también les llegan en barcas. Y los residuos abandonan su ecosistema en el mismo medio de transporte. Son las marismas que leí en los libros de mi adolescencia, que siempre soñé que sustituyeran a los polígonos industriales de mi ciudad natal.

Al entrenador se le ocurrió cambiar al único hombre que había marcado un gol en el partido. Esto me pareció un error del pensamiento. Se me ocurrió llamar a Garmor para comentárselo. Tras liberar un breve sarcasmo -otro día volveremos sobre esta necesidad impertinente de dar rienda suelta al negro cinismo-, Garmor me contestó, lúcidamente, que quizá el jugador ya había "eyaculado": ya había dado todo lo que tenía que dar e, irreversiblemente, tenía que abandonar el terreno de juego.

No estuve de acuerdo. Dije, en nuestra conversación indohispánica, que ese jugador ya estaba tocado por la magia. Su mente ya había pasado por la experiencia cualitativa más importante sobre la cancha: el gol. Al iniciarse el juego, uno no sabe si aquel día el gol es más amarillo o rojo. Si el gol aquel día estaba más azul, el goleador ya había podido saborearlo, ya se siente más marítimo; aunque es posible que otros jugadores puedan advertir en disparo total la pigmentación cambiante de la más intensa alegría futbolística. Pero yo a ese jugador no lo cambio; a ese mago no lo cambio.

Las teorías posmodernas que nos instan a gestionar nuestra vida como una empresa quizá deberían buscar más allá del ámbito económico. Qué les parece un equipo de fútbol. La realidad contemporánea es mucho más compleja y entreverada que la optimización de beneficios. Se asimila mucho más al puro juego del deporte que al aburrido discurrir económico.

Yo pondría al instinto de supervivencia bajo los palos. Solamente acudiría a sus gatunas habilidades cuando la férrea voluntad, plantada en la línea defensiva, bajara los brazos. En el centro de la cancha colocaría a la inteligencia pura, con la orden de que el balón siempre al piso. En las alas no puedo pensar en otro jugador que la imaginación lateral, la flecha creativa del mundo que inspecciona el terreno más ex-céntrico de la vida. Siempre generoso en el juego ofensivo, plantaría en la mediapunta a la libertad, ancla ligera de la movilidad del equipo. Y la pareja de puntas estaría formada por la ilusión y la intuición: la primera llega a los balones imposibles con su elástico optimismo y la segunda concreta con su olfato la acción de la vida.

Fundamental ese '9'. Porque lo que la cabeza no ve desde su rol de Guardiola sí que lo huele la inteligencia vertical de la intuición. Como suprema también la verticalidad. No a la diplomacia futbolística, a la hipocresía barroca del regate sin voluntad de hacer daño. Driblings mágicos y profundizadores, juego abierto, corazón de gol, sangre comunal creativa, río de belleza arriesgada. Con esta formación, mi equipo perderá muchos partidos. Pero jugará como debe: creando estilo morgiano.

lunes, febrero 11, 2008

Los cocos indios del sur

LAS AGUAS INTERIORES DE KERALA, PLAGADAS DE ARROZALES / AMP

Ya explicamos algunas diferencias y analogías entre el cinturón norteño del hindi y Bengala. Hagamos ahora una tímida exploración en la India meridional, tierra de mar y comunismo.

No hay consenso sobre el origen de la cultura dravídica, propia del sur del país. Aislada del resto del subcontinente y ajena a los trajines septentrionales y a la invasión musulmana, el influjo exterior a esta zona del mundo llegó con los franceses y los portugueses, que desembarcaron en sus playas con el mismo ánimo colonialista con el que nosotros fuimos a otros lares. Lo que pagaría yo ahora por ver una iglesia española en la India.

Los estados del sur no sufren tantas desigualdades sociales como el áspero norte y tienen tasas de alfabetización que en algunos casos superan el 90 por ciento. El comunismo ha cuajado en muchas de estas regiones, en especial en Kerala. Los Gobiernos funcionan algo mejor. Después del tsunami, por ejemplo, Tamil Nadu dio un ejemplo al mundo con su gestión de la tragedia.

Se saben diferentes, visten 'lungis' más distinguidos que contrastan con las abigarradas y coloridas vestimentas de, pongamos, Rajastán. Habita en ellos un ánimo más relajado y una relación especial con el mar.

La mayoría de bramanes (la casta más alta) se concentra en el norte de la India, lo cual hace que inevitablemente en el sur el sistema de castas no sea tan visible. Pero es la India: incluso en las iglesias católicas los sacerdotes tienden a ser de casta alta y, los fieles más discriminados, intocables.

Humilde la sinagoga de Cochín, tierra explorada poéticamente por Octavio Paz y colonialmente por los buques portugueses. Nostálgicas sus baldosas chinas.

Pero es la India: te meterán un gol si pueden. El salitre, las palmeras y la atmósfera caribeña en gentes de habla del tronco dravídico -nada que ver con el sánscrito- no impide que la conciencia universal de la India se manifieste allí. Un incesante flujo coherente de acción secreta y general. Nada místico: todo mundano. O quizá todo propiamente místico. Concentración y alzar del espíritu.

Nosotros necesitamos dos guerras y millones de muertos para apostar por una unión supranacional entre países con una historia cercana y entreverada. Ellos, desde su independencia, apostaron por integrar todas sus civilizaciones en un proyecto común. Los expertos decían que la India desaparecería a causa de su diversidad. En efecto: no pasa un día sin que se manifiesten conflictos regionales en Cachemira o en el noreste de la India. Pero no hay una amenaza central contra el país, rodeado de fracasos políticos como Sri Lanka, Pakistán o Bangladesh.

Por mucho que la globalización golpee a la India, su tradición nunca será pasado, como en nuestro caso, sino futuro. Esto me maravilla y me preocupa. Los indios son terribles.

























IGLESIA DEL 'SACRE COEUR' EN LA CIUDAD LITORAL DE PONDICHERRY / AMP

sábado, febrero 02, 2008

Arrobo

Cuando el curso de mi conciencia
se cruza con la cosa externa,
sucede

el pájaro.

jueves, enero 31, 2008

La naranja de la voluntad

Pensé que la noticia que incluyo al final de este escrito podría interesar a Enrique Vila-Matas. La escribí desde Delhi con la ayuda de un compañero. Se la hice llegar por corrientes literarias. Y Vila-Matas respondió, desde el mismo río, que "el tema no está en el silencio del profesor, sino en la extrañeza de algunos nombres como Agus. Y también en el casi palíndromo que hay entre agus y puga. Si fuera sólo Uga el apellido tendríamos el palíndromo: Agus Uga".

Sus palabras me divirtieron y alegraron, aunque lo que yo verdaderamente considero extraño es que el mundo léxico no rebose de palíndromos o que el campo de las matemáticas no reproduzca exclusivamente números capicúas, motor circular hindú de un universo, el que nos ha tocado, basado en la construcción de juegos y en roturar signos con referentes infinitos.

Intento deslabrar la tela de símbolos que siembra el mundo mientras me acerco al Naranjo de Delhi. Me encaramo al tronco para alcanzar el cítrico de la vida, en cuya piel rugosa se refleja el sol débil y roto de la India. Evoco mi condición de ninja para trepar el árbol y conseguir la victoria. Pero las manos se resienten del frío de la mañana, de las horas en moto con el viento helado, y empiezan a sangrarme. Caigo al suelo de Oriente. Me huele el pelo enredado, la barba me desborda; la ropa empolva la tierra.

Siento la cruda soledad que nadie conseguirá arrancarme. Sonrío entre mis glóbulos y los de mi conciencia. Mientras veo el eclipse de sol de la naranja alta, pienso que nunca más perderé un vuelo a Karachi.










"Huelga de silencio" de nueve meses de profesor indio enfurece a sus alumnos




Nueva Delhi, 24 ene (EFE).- La "huelga de silencio" de un profesor del norte de la India, que ya dura nueve meses, ha acabado con la paciencia de sus alumnos, que han decidido cerrar con candado la puerta de la escuela y organizar una sentada en protesta por la actitud del docente, informó hoy la agencia IANS.
Sunderlal Chadhari, profesor de Lengua y Ciencias Sociales de una escuela pública de la región desértica de Bikaner, protagoniza su particular "maun vrat" (ayuno de silencio, en hindi) desde el pasado marzo y tiene la intención de mantenerlo dos meses más, aunque no ha especificado sus motivos.
De momento, las protestas de los estudiantes y vecinos de esta escuela rural, situada en el estado noroccidental de Rajastán, han sido en vano, ya que el maestro sigue determinado a cumplir con su año de silencio.
"Ya tenemos suficiente. Nuestra educación se está viendo afectada. Hemos organizado una sentada como protesta, porque queremos que se impartan nuestros estudios", declaró a IANS Vijay, uno de los estudiantes ávidos de las palabras de su maestro.
"Si el profesor no quiere hablar, debería quedarse en casa. ¿Por qué nos hace perder el tiempo?, señaló Ramphool, otro de los alumnos afectados.
Los lugareños sostienen que Chaudhari está mentalmente desequilibrado y han firmado un escrito dirigido a las autoridades locales en el que piden la sustitución del profesor si no cambia su comportamiento.
En el censo de 2001, la tasa de alfabetización de Rajastán se situaba en el 61 por ciento, mientras que la femenina no alcanzaba el 45 por ciento.

lunes, enero 21, 2008

Pakistán y la India: analogía y diferencia

Imaginen una Europa anárquica, sin Estados todavía, gobernada laxamente por un imperio asiático frío y calculador. Imaginen que esta Europa, siempre tan diversa en gentes y lenguas, pero con un cogollo cultural común, lo es también en religiones profesadas. Tras un siglo de dominación, el Imperio de Oriente -que sería chino-, sale con el rabo entre las piernas cuando lleva decenios alentando la partición de Europa en moros y cristianos, algo que tan sólo se han creído sus clases dirigentes, mientras el pueblo sigue recogiendo la viña y plantando olivares. Se divide el continente y los chinos siguen hablando de la gran rivalidad entre Eurabia y la Europa cristiana. Que ya es una realidad.

Pakistán, el país de la bomba islámica, nació en 1947 de la voluntad de un manojo de abogados liberales, concretados en la figura del atormentado Ali Jinnah. Vio la luz en dos territorios sin frontera, separados por el que todos creían que iba a ser su gran aliado y se convirtió en su sempiterno enemigo: la India. Musulmanes bengalíes en Pakistán Oriental; patanes, punjabíes, sindis y baluchis en Pakistán Occidental. Terratenientes, comerciantes, clase obrera, pastunes conectados con Afganistán. Sangrante nacimiento, muerte de su líder, golpes militares, asedio de la India. Perder todas las guerras. Y perder Bangladesh: más de la mitad de su población.

Lo que es extraño es que este resentimiento no haya desembocado en un abrazo tembloroso al Islam. Tampoco ha sido mejor solución el Ejército. Y ché. Se nota el influjo del sufismo, especialmente en Punjab, que da una elasticidad mágica a la región. Siempre estará, para empañarlo, la salvaje frontera con Afganistán -donde se esconde Bin Laden-, plataforma usada por EEUU y el ISI para crear el monstruo de la insurgencia talibán contra los soviéticos.

Entremos por la gigante puerta de la India, país que tiene un Ejército alejado de la política y más grupos terroristas en su seno que Pakistán. Pasemos por el norte del país, recogiendo las flores del hindi, lengua hirsuta y pegada al sánscrito, flecha de acero en la que las palabras 'gracias' y 'de nada' están desterradas. Penetremos, por Punjab, hacia el vecino islámico, en la maravillosa Lahore. El urdu sustituye al devanagari con su propio alfabeto, de reminiscencias árabes. Coloquemos bien la oreja y escuchemos la melancolía de un idioma con casi idéntica gramática. El hindi es ese español que va ganando en nostalgia hasta llegar al Atlántico y convertirse en portugués-urdu, canto triste y bello. La saudade paquistaní se adivina también en la amabilidad de las gentes, más quedas, no tan tumultuosas como las indias. Algo, por otro lado, que no se antoja muy difícil.

Si la India disfruta en sus entrañas de la geometría islámica -Taj Mahal- y de los abigarrados templos hindúes, que forman una trama desigual, de sostenida divergencia, en Pakistán toma protagonismo un cierto ordenamiento de la vida, que no ha penetrado en su tejido político. Hay carreteras homologables a las europeas, algo impensable en la India: hay una voluntad de ser musulmán, pero el carácter surasiático siembra señales de que, en todo el subcontinente, nos encontramos ante la misma civilización.

Una civilización con una relación directa con la vida, en un infinito presente continuo, ilusionada y fallida, plantada en el centro de la Historia: inconsciente de su devenir, vago, luminoso; cuerpo lleno de heridas propias y ajenas que no acierta a taparse, cadáver lleno de vida lanzado hacia la flecha de Dios. No el celo: la copla; no la disciplina: el quehacer. Encaje imposible de un puzzle que un día fue posible. Pero no les importa. Ellos viven. Nosotros nos lamentamos.

Me parece la suya una existencia salvaje, desbocada, intestinal.

Monstruoso llorar, también, el europeo. El nuestro. Quejarse desde la cabeza: atalaya de la cultura.

sábado, enero 12, 2008

Manos mayores





No es la nieve de Pakistán, sino el invierno de Portugal. Estamos sentados: tú en la poltrona mostaza con forma de mano; yo en la mecedora de madera de pino. Miramos, otra vez, por la ventana. Inadvertidamente, siquiera para los duendes, desplazas tu anciana mano derecha, aún plena de luz -fulgor sostenido que ha limpiado la cresta de las palabras latinas- sobre el dorso de mi mano izquierda.

Mis falanges están forradas de esta piel carcomida bajo la cual se arriesga la sangre por un sistema de transporte humano, tubos ocres que un día fueron verdes como la menta. Pongo sobre las dos manos la trayectoria de mis cansados ojos: ardillas voladoras agotadas de los frutos de la vida, peces de lodo arrastados ya hacia la playa de la muerte, órganos educados para la digestión de la literatura.

Al impactar con la materia, la línea visual se encuentra con tu mano de sirena de Goa, controladora de los fuegos de San Antonio, hacha de dios que me cortó para siempre. A los 80 años, mis ojos no pueden creerlo: aún hay otra sorpresa. Mi mano derecha se planta, victoriosa, sobre el montón de manos muertas. Hace frío.

jueves, enero 10, 2008

El juego de la nieve


Me asomo a la ventana, actividad central de la mente viva, y veo los copos de nieve que caen sobre Islamabad. Me parece una inmensa capa doblada de Alá que quiere apagar el fuego de las pasiones políticas y militares de Pakistán. "Baisab, paresani, eh!" (Maisán, problema, ¡eh!), le digo
al transeúnte de corbata, que no consigue arreglar la moto. "Ji, ji" (Sí, sí). La gente se divierte con el espectáculo, como nosotros en el patio del colegio en Barcelona cuando montábamos los monigotes de granizo, manchados por el gris de la contaminación y el desasosiego. Pero aquel día éramos felices.


Vuelvo al homo ludens, a la idea del hombre como edificador de juegos: la oca de las pasiones (me tiro a otra porque me toca), el parchís del sexo (me como una y me cuento veinte), el ajedrez de la vida (apertura española para impedir la penetración del sufrimiento).

Paseo por la Mezquita Roja de Islamabad, donde en julio se atrincheraron cientos de personas -integristas, mujeres, niños- y que fue escenario de una carnicería. Asaltada por el Ejército paquistaní, el color crema que espolvorea sus paredes se hunde en la mediocridad de Islamabad, una de las ciudades más aburridas que he visitado en mi vida, hecha con cartabón: epicentro de poder, vértice del castillo que los campesinos mirán con desdén.

Paseo dentro de la mezquita y hablo con sus moradores en urdu. No hay nadie. Poco a poco, el recinto se va llenando de devotos barbudos y libres, cooperantes y tercos, ancianos y pilotos de vidas principiantes. Llega hasta mí el sentimiento religioso, el mismo que me golpeó en el templo dorado de los sij, en Amritsar, cerca de la frontera con Pakistán; el mismo de la ermita de la perdida Granada, el mismo que el templo budista de las afueras de Leh, donde discutí con un monje la representación material de la realidad, o sea, el mundo como un producto mental. Algo con lo que, por otro lado, no estoy de acuerdo.

Sí que estoy de acuerdo con mi salida de la mezquita. Con la paz. Miro al oeste, donde sé que los talibanes la están liando. Miro al este, donde hoy un suicida ha acabado con la vida de más de veinte personas. Concluyo que este juego, al que no me autorizo a poner nombre, es algo más peligroso.

Me miro las manos. Pienso en mi gabán olvidado. Vienen fríos rusos. Pero yo sólo pienso en el sol italiano y en el cielo español.

lunes, enero 07, 2008

Dejo de colgar mis noticias

¿A quién le importa la información internacional? Ya contaré algo verdaderamente interesante. Pero mejor cuando vuelva a mi terraza de Delhi.

¿Te imaginas que escribiéramos la gran novela, el gran libro del sol?

domingo, enero 06, 2008

El Ejército de Pakistán lanza una ofensiva militar en el valle norteño de Swat

Agus Morales

Islamabad, 6 ene (EFE).- El Ejército de Pakistán lanzó hoy una "gran ofensiva" sobre el valle norteño de Swat, bastión del líder integrista islámico Fazlullah, uno de los señalados por el Gobierno como posible responsable del asesinato de Benazir Bhutto.


"Los insurgentes en la zona están aterrorizando a los civiles", aseguró al canal privado "Dawn TV" el portavoz del Ejército, Waheed Arshad.

La "gran operación" cuenta con el "apoyo" de los lugareños, según Arshad, quien no pudo precisar el número de muertos que había habido hasta ahora.

"Hay pequeños refugios de insurgentes y queremos sitiarlos. La operación aún está en marcha", indicó.

Según un comunicado colgado en la página web de los servicios secretos paquistaníes, las fuerzas de seguridad han lanzado una ofensiva sobre las regiones de Shaur, Chuprial, Wanai y Namal, todas ellas en el montañoso valle de Swat.

Los militares tienen como objetivo a Fazlullah, conocido como "maulana FM" por sus mensajes radiofónicos en los que insta a los lugareños a que empuñen las armas contra el Ejército, que según el portavoz de las Fuerzas Armadas se esconde junto a 300 hombres.

El líder islamista, supuestamente ligado a la insurgencia talibán y a la red terrorista Al Qaeda, fue señalado junto al líder yihadista Baitullah Mehsud, que opera en la región tribal de Waziristán del Sur, como posible responsable del asesinato de Bhutto.

El Ejército asegura que el "maulana FM" se esconde junto a 300 hombres, aunque una fuente oficial señaló cuando las tropas emprendieron su primera ofensiva en Swat, el pasado mes de octubre, que el líder islamista contaba con el apoyo de unos 4.000 lugareños.

"Aquí hay mucho Ejército. Pero Fazlullah no está aquí, está en otra zona del valle, en Pahar. Tener aquí a las tropas es un gran problema", explicó a Efe por teléfono el gerente de un hotel del distrito de Mingora.

Según la agencia estatal APP, las fuerzas de seguridad arrestaron ayer a Abdur Rehman, un próximo colaborador del "maulana FM", al cual están interrogando.

Ante una posible intervención del Ejército estadounidense en la frontera afgano-paquistaní, Waheed señaló que "Pakistán es dueña de su propia seguridad", y rechazó cualquier tipo de ayuda militar de Washington.

"Pakistán no necesita la ayuda de nadie", abundó el general.

La operación coincide con la dimisión del gobernador de la Provincia de la Frontera Noroeste (NWFP), Ali Mohammad Jan Aurakzai, aceptada ayer por el presidente del país, Pervez Musharraf.

Su renuncia podría deberse a que su gestión de la situación en la provincia, donde se encuentra Swat, no era del agrado del Gobierno paquistaní, según una fuente cercana al ex gobernador citada por la prensa local.

Aunque este valle, que visitaban muchos turistas, se encuentra fuera de las conflictivas áreas tribales fronterizas con Afganistán, desde finales de año se ha convertido en uno de los mayores focos de integrismo del país que el Ejército no ha conseguido apagar.

El Gobierno paquistaní apunta a Fazlullah y Mehsud como cerebros del atentado que acabó con la vida de Bhutto el pasado 27 de diciembre, aunque ha encargado la investigación a un equipo antiterrorista de Scotland Yard.

El presidente de EEUU, George W. Bush, echó un capote a Musharraf al señalar que el atentado tenía "todos los signos" de haber sido obra de Al Qaeda, mientras que el Partido Popular de Pakistán (PPP) de Bhutto sospecha que los servicios secretos están detrás del asesinato.

Los comicios legislativos paquistaníes, pospuestos tras la muerte de Bhutto, se celebrarán el próximo 18 de febrero.

La Comisión Electoral anunció hoy que enviará las listas con los 80 millones de paquistaníes llamados a las urnas a una empresa informática canadiense para guardarlas en un "sistema seguro" y evitar así la actividades de los "hackers".

Golpe de Estado en el alma

Sueño que hay una ejecución pública. Me parece una plaza griega, aunque está llena de paquistaníes y en un placa se lee "Liaqat Bath", el parque donde Benazir Bhutto fue asesinada. Me acerco a la plataforma de madera roída. Quieren ahorcar al jefe del Ejército paquistaní, Ashfaq Kiyani. Musharraf está allí, mirando a todas partes menos al sitio del sacrificio. Sus colaboradores no se atreven a llevar a cabo la ejecución, así que el mismo Musharraf, inseguramente, sube los peldaños y amarra el cuello de Kiyani a una cuerda débil.

Aumenta la tensión dentro de mí. Pienso en posibles movimientos de la luna. Y Kiyani echa los brazos hacia atrás, agarra de la nuca a Musharraf y se gira como un bailarín. Sale a la carrera y organiza un golpe de Estado, aunque no conozco la versión material del mismo. Todo queda como una idea en la gris explanada de Rawalpindi.

Estamos en una casa de varias plantas y las Fuerzas Armadas entran a registrarla. Esto tiene que ser consecuencia de la salvación de Kiyani, de los nuevos eventos políticos, pienso. Escapo por una puerta trasera y me siguen cuatro españoles y una manada de paquistaníes. Nos subimos todos en un triciclo motorizado, y nos preguntamos qué está pasando en este país. El cielo negro cae sobre nosotros. Hay un aroma a jazmín y la brisa me cierra los párpados.

sábado, enero 05, 2008

Baja la intensidad informativa

Scotland Yard inspecciona el lugar del asesinato de Bhutto entre promesas del Gobierno de no interferir en la investigación

Agus Morales

Rawalpindi (Pakistán), 5 ene (EFE).- El equipo de Scotland Yard inspeccionó hoy por primera vez el lugar donde Benazir Bhutto fue asesinada para reconstruir la secuencia de los hechos, en una investigación a la que el Gobierno paquistaní ha prometido no poner trabas.

Los cinco expertos antiterroristas británicos visitaron el parque de Liaqat Bath, en Rawalpindi, ciudad cercana a Islamabad, informó a Efe una fuente policial.

Scotland Yard inspeccionó durante dos horas el terreno, que fue limpiado con mangueras tras la muerte de Bhutto y que hasta hoy se podía visitar libremente.

Los expertos intercambiaron puntos de vista con jefes policiales de la provincia oriental de Punjab e intentaron reconstruir la secuencia de los hechos, según una fuente policial citada por el canal privado de televisión "Dawn".

También visitaron una comisaría de Rawalpindi para sacar fotografías del vehículo blindado de la ex primera ministra, aseguró una fuente de la Policía a la cadena "Geo TV".

El parque de Liaqat Bath fue acordonado por un laxo cordón policial, mientras los curiosos intentaban asomarse a la zona y recibían las reprimendas de los agentes.

"Llegan tarde para investigar la muerte de Bhutto", dijo un lugareño que discutía con los agentes.

El Gobierno de Pakistán prometió que no intentará "influir" en las pesquisas de Scotland Yard y que no someterá a ningún tipo de presión a los investigadores británicos, según una fuente del Ministerio de Interior citada por "Dawn".

El grupo antiterrorista aterrizó ayer en Islamabad y se reunió con cuatro investigadores paquistaníes y tres miembros de la legación diplomática británica en Pakistán para analizar la situación.

Los británicos, que por el momento han rehusado hacer declaraciones a la prensa, se enfrentan a la difícil labor de esclarecer el asesinato, ya que la familia de la asesinada líder del Partido Popular de Pakistán (PPP) se opone a que su cadáver sea exhumado.

La secretaria de Información del PPP, Sherry Rehman, citada hoy por el rotativo "The News", aseguró que su formación colaborará con Scotland Yard, aunque insistió en pedir una investigación de la ONU.

Mientras, el Gobierno decidió declarar "sensibles" a la violencia 36 localidades de las cuatro provincias del país durante el mes sagrado del Muharram, que empezará entre el jueves y el viernes.

El Ejército y las fuerzas paramilitares estarán en estado de alerta para "ayudar" a las autoridades civiles, según una fuente de Interior citada por "Dawn".

Será tras el mes del Muharram, el próximo 18 de febrero, cuando se celebren las elecciones legislativas paquistaníes, pospuestas por el presidente del país, Pervez Musharraf, tras el asesinato de Bhutto.

Musharraf nombró como nuevos miembros de la Comisión Electoral al magistrado Dastagir Shahani, del Tribunal Superior de la provincia de Sindh (sur), y al juez Jehanzeb Rahim, del Tribunal Superior de Peshawar (capital de la Provincia de la Frontera del Noroeste).

Además, la misión de la Unión Europea en Pakistán, que cuenta ahora con 50 miembros, se reunió con el presidente de la Comisión Electoral, Qazi Muhammad Farooq, quien prometió a los observadores "unas elecciones libres y transparentes", según una fuente del organismo citada por "Dawn".